alvarez

La siguiente es una selección de 24 poemas del periodista y poeta chileno, originario de la ciudad de Concepción, Antonio Álvarez Bürger (54)

TE LO DIJE

Te va a llover a cántaros
sobre los ojos
y te traicionarán
los brazos y los pies
y se te va a quebrar
el cuerpo en dos,
te lo dije.

Mejor abre la boca
hasta sentir náuseas
y del cáliz bebe y bebe el olvido.
Todo en un santiamén.
De otro modo,
no sé cómo vivirás
aspirando la inmundicia
del estremecimiento.

Te lo dije,
aunque no quieras
tendrás que mirar al cielo
y danzar con las estrellas
al paso de su titilar.
Vendrá la lobreguez,
vendrá el llamado a claudicar,
y aguzados estiletes llegarán
con desamparos de solemnidad
a imponer el silencio.

Te va a llover a cántaros
sobre los ojos,
te lo dije.


OFRENDÁRTELO TODO

Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no
doblegada
por el huracán más iracundo. Descansar horizontalmente
erguido.
En fin, correr  dormido en línea entre tus sábanas
albas 
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una
hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.
Ofrendártelo todo.

Imprimir velocidad  metafísica a los sentidos para
odiarte
y amarte siempre, como nadie, más allá, más allá aún
del vaho untuoso de la habitud.  
Más lejos todavía de mis mayores fuerzas infrahumanas
y sobrehumanas.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: vísceras, células, corazón, pulmones,
estómago, cerebro,
huesos
mis miedos
mis utopías
mi cesta de reciclaje.

Por el azul del arcoiris ascender a lo más alto
vestido de nácar y descender
oblícuo, aceleradamente, para ofrendártelo todo.
Llorar con desconsuelo de alegría. Reir sin mover un
músculo.
Vivir de pie arrodillado blasfemando y orando,
glorificando y maldiciendo.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: serenidad, ira, complacencia, odio,
amor, pecado, paz,
desconsuelo
tus miedos
tus utopías
tu cesta de reciclaje.

En los túneles arcanos de tu alma, gritarte enmudecido
hasta que la paloma
blanca emprenda el vuelo más abyecto. Delirar con
cordura ejemplar
y devorarte los ojos en la noche más triste de amor
abatido y despiadado.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: imaginación, pesadilla, paradoja,
pensamiento, ilusión,
demencia 
nuestros miedos
nuestras utopías
nuestra cesta de reciclaje.

FUI POR LUNA

Fui fulmíneo por luna en la cumbrera
revestido de cálamos
dispuesto
Quise dejar gesto tangible en su mirada
para que todos lo vieran
y apunté generoso mis vivencias
mis amores y mis penas
en las ramas del espejo.
No tendría que haberlo hecho,
si del árbol ahora penden en el cielo
los íntimos enseres de mi casa
y las llagas de mi cuerpo
y las huellas de mi alma.

 

VENGO DE ASALTAR TU CUERPO

Ando aún de trotar vesánico
a lomo de estrella
Vengo de asaltar tu cuerpo
en algodones blancos
por el éter
y de volar sin alas
sobre jardines jadeantes

Ando ruin de ladronear en tus sentidos
entre tus brazos
y tus piernas desvestidas
atezadas por fiebres
incendiarias,
descreído en ruta ahora
en el recuerdo de tu cuerpo,
por la línea gruesa de tu sombra
en el hálito inconexo
del orgasmo más cercano.

Ando aún de tí en travesía
por los mares del incienso
con estrellas refulgentes en el rostro
e islas no pobladas en las manos.

Devoto del recuerdo
en madrugada
con lámparas argénteas en los ojos
y una mueca de euforia
dibujada,
vengo de asaltar tu cuerpo.


PREPÁRAME LA AUSENCIA

Prepárame la ausencia
para cuando me busque la muerte.
Yo, en tanto, me quedaré envuelto
de los espíritus  traviesos.
Quiero ser el más  regocijado
con el placer de lo que espero
y estar en el cenit
cuando el pájaro azul
bata las alas al aire y pronuncie
el hado de mi nombre.
Por ahora me saben a quebranto
el impasible gesto umbrío
del invierno y su llanto obstinado.
Así tenga que volver después
a escondidas a reconciliarme
con mis entrañables espantos,
prepárame tú la ausencia
para cuando me encuentre la muerte.

EL VIEJO Y EL ESPEJO

No, no es que ya esté más viejo:
el descompuesto es este espejo
herrumbroso,
es cierto,
y ese anémico madero que lo cerca,
por ejemplo,
y ese vidrio deslumbrado,
sin reflejo.

No, no es que yo esté más viejo
Esos surcos tan profundos en mi rostro
no son míos,
son las huellas de los años
en el trasto polvoriento
que se empeña,
irreverente,
en culparme de sus miedos
y en faltarme así el respeto.

No, no es que yo esté más viejo,
te lo prometo.
Tal vez sea mi cansancio
proyectado en ese espejo.
Aunque sí hay algo cierto en todo esto:
son sus años los que tengo
y es posible que su traza no me agrade,
y es por eso.
Es por eso que no quiero
confrontarla con mi aspecto 
Puede ser que esté algo viejo
porque ahora duermo menos,
ya camino un tanto lento
y me pesa más el cuerpo.

Pero, -insisto-
te prometo:
exagera aquel espejo
Lo que pasa es que mi vista
se ha acortado con el tiempo,
además que lloro tanto
de cada cosa que pienso.
Puede ser que esté algo viejo
porque agobiado me siento:
rehuyo las estridencias
y me encierro en mis tormentos.
El espejo,
te prometo,
es sólo un delator perverso
que gusta mostrarme triste
 cuando de tristeza muero.

OBSESIONES

Tengo un sentimiento tan confuso
que puedo inventar caballos  encabritados
para lanzar en estampida hacia ti,
y luego bailar afectuoso
sobre sus cadáveres sudantes.
Pero me encuentro ridículo moviéndome
de aquí para allá y de allá para acá
asido a tu cintura.

Tengo una locura desenfrenada,
con muchos puñales en hilera
para persignarme como un místico.
Mas, eso también me incomoda
y puedes ahora colocar tus manos
sobre mi frente y santiguarme
con sangre de sacrificios.
Yo haré en tanto un dolor
de arrepentimiento agradecido
que me cure de tus males,
de la risa patética tuya por mi desvarío.

MEMORIA

Aquí estoy otra vez
-brazos cruzados-
con una brizna  de silencio,
con dolor  de evocación
de aromas  de maderos y de trenes.
Estoy  de ojo parpadeando
recuerdos, pena a pena,
sin claudicar ni un instante. 
No soy yo el del conjuro,
eres tú, alma, que  para coger
peces dulces en la orilla me dueles
en lo más profundo.   

NOSOTROS

Afuera llueve noches frías
como los muertos,
acongojadas en los rincones;
y nosotros con los pies tibios,
perpendiculares sobre otros cuerpos,
los ojos entreabiertos de culpa
y ávidos de menesteres.

Afuera caen profundamente heridos
los incorruptos y mujeres
que marchitas se prometen;
hay beodos dormidos en la opacidad
de los muros y de las nubes que viajan
muy lejos de las tragedias,
y nosotros en las azoteas, 
inexistentes,
reparando en nuestras confesas
almas perdidas.

Afuera hurtan a los niños su inocencia
y les abren los ocultos secretos en las callejuelas
y nosotros apareándonos, sin querer llorar,
desnudos de piedad sobre el tálamo.



AHORA VIVES

Ahora vives, exultante,
con pequeñas alas blancas
en los pies y en las manos
para remontar entre las flores
suspendidas de las nubes.
Un niño azul se desprendió de tí
llorando cuando dormías
y cuando clamabas
en el viaje aquel, a tus adentros, 
seducida.
El se elevaba hacia el inmenso hado,
tú caías.
Luego se inclinaba interrogándote
y reías con los brazos abiertos,
como la tierra fértil.
Ahora tienes diminutas alas blancas
en las manos para cobijar
la vida,
y tus pies alados se mueven contigo,
antes del llanto
de tu propia carne del regazo
apartada.


COTIDIANAMENTE MUERO

Cotidianamente muero, pero mis muertes
son más negras y deleznables.
Yo las aplasto con el rabillo del ojo
las espanto con el grito y la amenaza. 
Atado no huyo, aunque ¡cómo, Dios!
quisiera hacerlo.

Lluvia del alma sin el isócrono golpe
de la lágrima azotada contra el huello.
sin vientos huracanados
sin miramientos
Sólo minando y minando
en mi cuerpo.
Y cotidianamente muero.

Reptan en mi hoguera 
las serpientes furiosas azolvadas.
Y
yo
cotidianamente muero.

El tiempo me reprime cauteloso,
pero mis muertes  escapan hacia la levedad
del delirio incontenible.
Y
entonces
yo
cotidianamente muero.

Y mis muertes son más negras
y deleznables.


DESASOSIEGO

He consumido mis ojos
al fragor del rábido ímpetu.
He estallado en mil pedazos
desde mi propio aliento.
Mis manos rígidas
mi avidez en tormento
la rizada calma
la fiebre de toda mi sangre
bullendo.

En la oquedad más críptica
he nacido y he muerto:
balbuceante
turbado
rechinando
candente.

He mordido mis labios
cuán rayo eviterno.
He expiado las elegías
que busco y no quiero.
Y así se me va la vida:
cuando la alcanzo la dejo.
Las brisas que me la llevan,
que me la devuelve el viento.

PECADO DEL HOMBRE

De qué decir
mañana
diáfana intocada
De qué soñar
quimera,
si el mismo hombre
se ha ensañado
ante el pavor de las bestias
De qué decir
mañana
redención
con serpientes en el cinto
y de qué silencio
reclamar las injustas muertes
He aquí al Padre
abismado del hijo
arrogante
Heme aquí hijo
abonando a las culpas de todos
como maldecido
por lluvias de fuego.
De qué decir
salvo
entonces
hijo eterno
si el hombre mata al hombre
y no hay mañana
para siempre.



LOS DOS LLORAMOS

Desde el estómago, ebrio,
atisbando hacia abajo
y la mirada que vomita
improperios, con la carne
colgada de los huesos
de mi cráneo.
Las imágenes que huyen
fugaces hacia atrás, exactas;
la música que serpentea
entre los asientos del autobús
y tú en la inquietud
de que te duelo con mi ausencia
de bohemio despiadado.
El viaje hacia tí, embriagado,
para brindar ya
con licor de amaneceres;
la vida que se hace trizas
y los dos que lloramos
desde todos los rincones.


PARECE

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que transito sin desplazarme en cuerpo,
ya vencido, ya huidizo, como niño regañado.

La pestilencia  de los espíritus diminutos
me provoca repugnancia.
Sólo quiero la mordedura rápida de la víbora,
sólo quiero alejarme del retorno y no ver
máscaras ni osamentas caminando sin rumbo.

Parece que no tengo ya las manos
para blasfemar fuerte
ni una lengua sórdida ni pies ni aura
Parece que no tengo ya cristales en los ojos.

Y sería tan hermoso acribillar a insultos
a una enana maldita o incrustarle espinas
venenosas  en el rostro a un gobernante.
Qué placer lanzar un piano
a cualquier calle sombrosa
y viajar dentro para oír la dulce melodía
del estrépito fatal.

Sin embargo, ya me canso
Sólo quiero ser aire en el aire
ser lirón empedernido, extenuado
de construir árboles y ríos inconfesables.
Sólo quiero piedras encajadas en los muros,
un lecho blando de agua tibia por los huesos,
un invierno renegado
y miles, miles de silencios.

Parece que no tengo ya cristales en los ojos.
Parece que escribo el canto y me lo guardo.
Parece que me da vueltas el mundo
en el estómago, sobre mi cabeza,
bajo mis pies, dentro y fuera de todo.

PODRÍAMOS

Podríamos irnos juntos hacia el silencio
y no haré más que bendecirte,
pero vamos de uno en uno
derramando dolores de tragedia.

Podríamos coger con cuentagotas
la ilusión y bastaría,
pero huyes, vida,
y no haré más que llamarte.
Incluso, me arrepiento
de los breves gozos para querer negarte,
pero vamos todos peregrinos
con el rostro en la tristeza
y no haré más que lamentarme.

Podríamos rezar sistemáticamente
de pie todas las noches blancas
y levantar el día en nuestras almas 
o registrar sólo los sueños verdaderos
para ser, vida, lo que mandes.

Podríamos ser nada más que sombras
vertidas, desterradas de los cuerpos,
pero alegres marchando hacia la muerte
YA NO

Ya no quise oír al grillo
y le escondí el canto,
pero en el canto
se vinieron trenes furiosos
cada hora;
en la ventana,
un mantel blanco eterno,
muchas lámparas  temblando
con las  lluvias escorzadas
en las calles
y las flores -¡ah, las flores!-
oscilando en las alturas,
embriagadas de beber la  brisa.  
Se vinieron plegarias
y pasiones autumnales,
se vinieron viajes astrales
a los territorios más extremos
de mi memoria.
Entonces,
ya no quise oír al grillo
y le devolví el canto.



MADRE

Primero tú, mujer;
después esas estrellas
ocultas por paladas
de hurgada tierra,
bajo cruces de llanto implicadas
como huesos con la carne.

Primero, yermo, con el cuerpo
atorado, mujer, en tu nido
Luego dormido,
aquejado de silencio y bruma
irrogando en paradojas
claridad eterna.

Primero Dios de enigmas
todo, adentro;
afuera el sufrimiento,
la espera,  la fe pendular,
la certidumbre.

Mujer, madre, tú primero;
después yo sumergido
en una lágrima,
en una lágrima inmensa. 


LAS ESQUINAS

Las esquinas son aladas
de plumaje de cemento y de greda
vigilantes en los bornes de las calles
Son incluso divertidas
porque no se pueden ocultar
y se desdoblan casi nunca solitarias.
Las esquinas de que yo hablo
no son las de mis manos
y no tienen una flor entre los dedos.

Las esquinas son tediosas delatoras en la espera,
algunas son desnudas pudorosas
No se sabe todavía de una sediciosa esquina
que acuse a una amante furtiva
Las esquinas no son sólo aristas
o puntos de encuentro de dos muros.
Raramente cambian en el tiempo,
sólo cambian transeúntes
Están siempre en su lugar
-donde nacen, entestadas-
aguardando las miradas de los hombres
que se encuentran.
Las esquinas permanecen invisibles,
aunque son sólo anécdotas
de las breves historias  de seres irascibles.
Ellas observan pero callan,
no son sólo aristas y saben guardar silencio.
Las esquinas de que yo hablo
no son las de mi boca
y no tienen una flor entre los labios.
 
Las esquinas escuchan todo el día
los secretos de la gente
y tienen brazos tentaculados
que responden a nombres diferentes
Tienen brazos que se desatan
para atenazar otras esquinas más allá
-en otros muros-
con otros muros alejados.  
Son curiosas las esquinas,
donde van a retorcerse y a expirar
las tantas calles del recuerdo.
Las esquinas de que yo hablo
no son las de mi infancia
y no tienen una flor entre los tiempos.

EL HOMBRE DEL SAXO

Del saxo le brotaban
desmarridas melodías
sosegadas
como sierpes infinitas
extenuadas
reptando en medio de la maleza
de los espíritus indolentes
 
No era Yarbird que interpretaba el Bebop
con maestría
en los suburbios de New York
o Missisipi
pero estaba Donna Lee
evocada en el bullicio
por la calle de Maipú
 
En el sombrero
inverecundo  boquiabierto
amortiguados por láminas amarillas
autumnales
rebotaban a veces
los sustentos, 
y el muro
recíproco
devolviendo desde el frente
los lánguidos compases
de Donna Lee.




SIMULÉ ESTAR VIVO

Encendí entendimiento sólo para tender
mis huesos en el tálamo del cansancio.
Luego puse cerradura a los ojos
con cautela
y me dormí yacente a todo lo largo del sueño.
No había en el sopor más que temores
y vacíos abismales.
Entonces entorné la ventana para sentir frío
y simulé no estar vivo
Penetró el aire como en estampida
y fue el silencio roto el que arrancó la demencia
que colgaba de los árboles prosternados y torcidos,
y de mis pies
que zumbaban con estridencia
en medio de la bruma
Los ángeles y los demonios se besaban furiosos
disputándose mis pertenencias.
Yo sólo atinaba a prender fuego a mis horrores
Quería quemarlos vivos
Quería alejarme de los espectros,
que me cortejaban para sorprenderme.
Y no conseguía abrir los ojos en la escarpadura
Caía desalado.
Caía todo yo con el pálpito
de la destrucción
Me precipitaba anhelante de resacas
a océanos inacabables de fuego,
como un poseído,
simulando estar vivo.


LA CASA MÍA

Tanto he construido mi casa
y la levanto siempre, en cada jornada,
con sueños de madera;
con sueños de ladrillos alineados y fierros,
con risas truncas en tantálicos amaneceres.

Colgué poemas de amor
en puertas y ventanas
y la impregné toda de incienso
Como niño, tanto la he caminado
y no me canso.

La edifico para desvestirla
y luego ornarla con todo el oro escogido.
Tanto he dormido profundamente en ella
y he regresado a terminarla,
a demolerla,
a transformarla,
y no me canso.



CADA DÍA

Cada día la pertinacia de un perro
una noche
                             un recuerdo

la ablución de nuestras almas,
el cansancio de no saber quien soy
y para qué he venido
la tragedia de los peces,
cada día.

Mi madre
                             mis hijos

mi padre que se ha ido
no sé a qué cielo
un parpadeo
                             la noche fría

el silencio eterno, la vida.

¿Para qué la prisa?
¿y los árboles?
                             ¿y tú y yo,
cada día?

La mordedura triste de estar e ir,
de sufrir y llorar  jamás
y siempre,
la maldición del tic-tac,
lo lejano,
el temor de no estar y ya no ser
un dolor
                            la sospecha,

de volver otra vez a la vida,
a la muerte,
cada día,
                            cada día

 

MENOS MAL

Menos mal que me dí cuenta
de esa manía tuya de planear
vuelos de riesgo con la mirada.
Por eso alargué la sombra de mi cuerpo
como tú hubieras querido,
para quebrarme,
que me plegara de huesos.

Menos mal que arranqué tus ojos
del precipicio para que no cayeran
sobre mi partida
y en tantos miedos pegados
en las murallas prominentes.

Menos mal que tú y que yo
nos comprendemos,
y no miento si digo que ahora sí
viajaremos desnudos desde el alma,
como atados,
hacia reinos siderales.



  La siguiente es una selección de 24 poemas del periodista y poeta chileno, originario de la ciudad de
Concepción, Antonio Álvarez Bürger (54), algunas de cuyas obras se encuentra publicadas en diversas
revistas y páginas digitales como Ariadna, Athenea, Tántalo, Mondo Kronhela, Amnesia, Zona de Tolerancia,
México Volitivo, Tierra Libre, Los Lobos de Omaña, Margen Cero, El Ebro, El Catalejo, Alphalibros,
Notivaga, Voces, etc.   El autor ha sido finalista en las III Olimpíadas Electrónicas de Poesía 2000, de la Fundación de Poetas de Mar del Plata (Argentina); actualmente es socio de la Asociación Cultural Tántalo de Cádiz (España), para cuya revista en papel escribe con regularidad.   A Álvarez Bürger, quien es columnista habitual de uno de los diarios de su ciudad, donde escribe sobre temas de la cotidianeidad, se le han leído igualmente trabajos en la emisora 3 de Radio Nacional de España (programa "Rincón Literario", de la UNED).
  En estos momentos prepara la edición de un libro de poemas.

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