Café "amargo"

Autor: Miguel Ángel Sánchez Valderrama   (España)

Se me vienen pensamientos a la cabeza, ideas, pero al cabo de media hora cuando me pongo a pensar otra cosa pues se me olvida. No tenía libreta a mano, estaba en la cama, recién levantado esta mañana, pensaba en algo al azar, pero ahora no me acuerdo. El chiste ese de alguien que dice que va a una isla a olvidar, y llega alguien y le pregunta ¿olvidar qué?. Se puso a pensar durante un instante y suelta: Se me ha olvidado. Se me produjo un entrecruzamiento de pensamientos sin ton ni son. Me levanté de la cama y fui directo a la cocina a hacerme un café. Café negro sin azúcar. Susana observaba mi taza de café: "¿Cómo es posible tomar café tan negro sin azúcar? Debe estar muy amargo". Me puse a pensar, sí, muy amargo. A veces no me da por echar azúcar, ni gota de leche de tetrabrick. Estaba muy adormilado. Generalmente siempre estoy por las mañanas muy adormilado. No me gustaría acudir puntualmente todos los días a las nueve de la mañana a mis obligaciones, me repatea. Hay quien por las mañanas se levanta como las alondras y dan saltos olímpicos de las camas, y otros son como búhos por las noches y por las mañanas les asustan ver la luz del día. Susana no le gustaba eso de los búhos ni de las alondras. "A qué vienes ahora con los búhos y las alondras". Nada, algo que decir.

Susana me comentaba que esta mañana ha ido a la sección sindical de enseñanza, y bueno que los que la atendieron estaban con conversaciones de temas nimios y que ella estaba a la espera de que la atendiera, y que en la garita donde estaban esos representantes sindicales tenían la ventanilla echada cuando hablan sus asuntos nimios y abren cuando tienen que hablar con los del otro lado del cristal. Al otro lado del cristal había bastantes personas que pedían explicaciones o que entregaban solicitudes u otras documentaciones. Garita como fortificación, como torre vigía, dijo ella. No es una habitación tal según sección sindical, sino como una garita del portero o del conserje, conforme subes la escalera y entra en el piso lo primero que te encuentras es la garita. No sé qué absurdidades me está hablando, alguna mosca le ha picado esos. No, sino que súbitamente se puso a reflexionar. ¿Te atendió?. "Sí, me atendió de mala manera, desganadamente, tenía ganas de escandalizar, o de quedarme allí y no moverme hasta que me dieran explicaciones fiables". Le dije que olvidara todo, que son chorradas, que no hay importancia, que si no le atendió bien pues que lo olvidara y a pensar en otra cosa. La cosa es que Susana se había apuntado a un cursillo para actualizarse en Ofimática y fue a la Sesión Informativa y escuchó diversas explicaciones de profesores y otros y luego entregó documentaciones "pertinentes" y al día siguiente saldrían las listas provisionales que era hoy esta mañana y ella acudió si estaba en la lista de admitidos o al menos de suplentes, ni una cosa ni la otra. Preguntó a los que estaban tras el cristal y explicaron que no sé qué han limitado el número de gentes admitidas y suplentes y que por ello muchas gentes quedan fuera de la lista. Eso le quita las ganas de seguir yendo a sesiones informativas y menos a preguntar a los que están tras los cristales. Después de eso se puso a reflexionar sobre la imagen de la torre vigía. Qué manía con lo de la torre vigía. Le preguntaba que qué le significaba la imagen de torre vigía ya que mencionaba cada dos por tres. Me explicó que muchas personas son como torres vigías, o sea, inmovilidad, al acecho del más mínimo movimiento del otro, siempre mirando, por eso de vigía que tiene que ver con lo de mirar, mirar a las tropas enemigas, el menor movimiento sospechoso... Ya.

Frente al rostro de extrañeza de ella al observar mi taza de café, el color tan negro del café, me dio por echar un par de cucharadas de azúcar y disolverlo en el café. Daba vueltecita con la cucharita al café, imaginé un torbellino de agua en el pantano que se traga como agujero negro cualquier persona que se encuentre por medio. Lo que imaginé puse palabras y se lo dije a Susana. "Qué absurdo estás, pero bueno, eso del pantano realmente me asusta, por eso nunca me meto a bañarme en el pantano, muchos son tragados por remolinos de agua, esa cosa que gira y te chupa y de ahí no sale y muere". Sí, eso pensaba siempre, de pequeño tenía miedo o pesadilla de los pantanos. Siempre de pequeño iba con mi familia a pescar en el pantano y nos bañamos un poco a la orilla del pantano... como si no pasara nada. Pero gentes se atrevieron a meterse en las profundidades, o colocarse como acto de valentía en el centro del pantano o tirarse de cabeza desde un gran peñasco hasta el agua del pantano.

Susana se levantó de la mesa de cocina y se puso a pasear cabizbaja pensando en esa experiencia reciente sobre "esos que estaban tras el cristal". Vi que aún le preocupaba eso. Luego se fue al baño, se desvistió y se metió en la ducha. En un instante escuché el calentador cuando da el agua caliente, el fuego se multiplica, hace calentar el agua.

Mientras tanto miraba pensativamente el café. No tenía ganas de comer magdalenas. Las dejé de lado. Quizás tenía mucha razón Susana, el café estaba demasiado amargo, demasiado recargado, quizás halla echado mucho café en la cafetera sin darme cuenta. Y además lo notaba, notaba en mi cuerpo, el corazón aceleraba, y estaba un poquitín nervioso, el café me ponía nervioso. Y me puse a pensar en lo que me contaba Susana. Susana terminó de ducharse y fue al dormitorio a buscar ropa nueva, tenía que ir a comer con una amiga en un chalet que se celebra una fiesta casi habitual, cuando estuvo a punto de irse por la puerta a la calle me dijo: "¿Sabes?, tienes razón, mejor olvidarlo. Por cierto, me quedaré un par de días en el chalet de mi amiga. Necesito un cambio de aire. Si tienes algo que hablarme pues me llama a este número de teléfono, es un móvil que llevo en mi bolso, lo he comprado esta mañana. Hasta pronto. Volveremos a vernos". Se fue. Me dejó con mi taza de café "amargo".

 

Volver a Página de Cuentos     Envia tu comentario a correo_elastillero@ciudad.com.ar