EL COLECCIONISTA DE LAGRIMAS

Por José Miguel Trejo Morente

            Mi abuelo era un autentico coleccionista. Aunque aparentemente los objetos que coleccionaba no tuvieran ninguna relación entre si. Poseia libros, cuadros, cucharas de madera , maquinas de escribir, de fotografiar, incluso pistolas.

            -Abuelo ¿Tu realmente que coleccionas?, le pregunte un día mientras merendábamos.

            -Cosas inútiles. Los objetos que con tanto cariño guardo, clasifico y limpio, fueron creados con un objetivo que después no pudieron llevar a cabo, me contesto.

            Después me acompaño al sótano, donde tenía instalado su peculiar museo. Al entrar en aquel cuarto, tuve la sensación de atravesar uno de esos agujeros negros, y por razones difíciles de explicar, fui a para a un universo paralelo donde mi abuelo era Dios.

            -Mira este cuadro. ¿Que ves?

            El cuadro era un lienzo blanco. Me esforcé en ver lago. Lo mire en todas direcciones posibles. Intente hallar alguna perspectiva imposible. Pero la verdad es que no podía ver nada.

            Mi abuelo me miro y sonrió.

            -Nada xose. Nada. El pintor compuso un cuadro solo con pintura blanca. Realmente en ese lienzo hay un retrato, un autorretrato, pero solo el pintor podía verlo.

            -¿Quien era el pintor?

            -Picasso. Pablo Ruiz Picasso. Lo conocí en Francia, cuando tuve que irme de España después de la guerra civil.

            -¿Conociste a Picasso?

            -Si. Me regalo este cuadro. Decía que yo era la única persona que podría ver lo que estaba pintado.

            -¿Acertó?

            -Me temo que no. Por desgracia. Después de más de 30 años, aún no he podido ver su rostro.

            Seguimos el recorrido por el museo. Me mostró una maquina de escribir con grafismos inposibles. Una cuchara plana. Un libro en blanco. Mi abuelo me aseguro, que el escritor utilizo una tinta especial que solo era visible en los días de eclipse total, gracias a unas radiaciones que solo se producían en tales circunstancias. También tenia una pistola sin percutor y un sello que perteneció a un país que solo duro un dia.

            -¿Y esto abuelo?, pregunte señalando unas pequeñas botellas.

            -Son lagrimas.

            -¿Lagrimas?, repuse sorprendido.

            -Si xose. Lagrimas humanas.

            Las botellitas eran de cristal transparente. Cada una de ellas, tenia una forma distinta y estaban tapadas herméticamente. En las etiquetas se podía leer el acontecimiento que supuestamente produjo ese llanto. La muerte de un hijo, la enfermedad, el desamor, la tortura, el encarcelamiento, la nostalgia....rabia, impotencia, dolor, soledad....Era una autentica colección de sentimientos en forma liquida.

            Mi abuelo tenia fama de ser un hombre duro. Vivió la guerra civil y vio morir a muchos seres queridos. Tras la victoria de Franco, mi abuelo Republicano convencido, tuvo que huir del Pais. Dejo a tras a su mujer y su hijo, mi padre, que gracias a unos amigos pudieron ocultarse en Valencia y rehacer su vida.

            Mi abuelo fue de país en país, siempre huyendo por sus ideas. Después de la muerte del Dictador, decidio regresar a España. Su unico deseo era poder morir en la tierra que le vio nacer.

            -¿Como consigues las lagrimas?, pregunte.

            No contesto. Se limito a mirarme con sus cansados ojos y sonreir.

            -¿Porque coleccionas lagrimas?, insisti.

            Creo que esta ultima pregunta no la escucho o quizas no la quiso escuchar. Cerro el pequeño mueble de madera donde estaban guardados los frasquitos y me invito a acompañarle.

            La gente que conoce a mi abuelo dicen que nunca le vieron llorar. Ni tan siquiera en el entierro de su único hijo. Algunos sostienen, que una explosión le afecto de tal manera, que le convirtió en un ser insensible. Quizás fuera ese el motivo por el que coleccionaba la esencia de los sentimientos. Las lagrimas.

            En la cena apenas hablamos. Yo continuaba dándole vueltas en mi cabeza a las razones y el porque de tan extraña colección.

            -¿Crees en Dios?, Solte de pronto.

            -No. Es imposible que exista un ser tan mezquino.

            -¿Y en su hijo?

            -¿Su hijo?, pregunto extrañado.

            -Si.. Jesús.

            -En Jesús. Si. En aquel hombre si creo. Aunque dudo mucho que fuera el hijo de Dios. Y mucho menos que consintiera lo de la iglesia Católica.

            -¿Crees que lloro?.

            Mi abuelo me miro fijamente. Sabia que le iba hacer esa pregunta.

 

            -Si Xose. Estoy seguro que lloro. Era un hombre y como tal tenia miedo. Se sintió solo, abandonado, confuso y sobre todo empezo a dudar.

            -Las lagrimas de Dios, añadi.

            -No. Las lagrimas de un hombre asustado ante la muerte.

            Después de cenar me enseño su biblioteca. Una enorme colección de libros. Baroja, Unamuno, Neruda, García Lorca, Cervantes....Los cogía con cuidado y cariño. Los abría y después en silencio, los olia. Tras una pausa, leía un párrafo al azar y se quedaba en silencio.

            -Debes saborear las palabras. Existe una comunicación intima entre el escritor y el lector. Son amigos que comparten contigo sus mas íntimos pensamientos.

            Se levanto y dejo el libro que tenia en las manos. Cogió otro y me lo entrego.

            -Toma Xose. Ábrelo y lee.

            Cogí el libro como si se tratara de un recien nacido. Lo mire. Lo abrí con los ojos cerrados. Imitando a mi abuelo. Deje que el olor de las hojas me invadiera, se apoderara de mi. Abrí los ojos y leí al azar.

            -Puedo escribir los versos mas tristes esta noche.....

            -Escribir, por ejemplo “La noche esta estrellada, y tiritan azules, los astros a lo lejos”, continuo él.

            Guardamos silencio. Dejando que aquellos versos de maestro chileno se hicieran nuestros.

            -No es maravilloso Xose. Como Neruda enlaza las palabras. Apenas dice nada.....y por el contrario cuanto dice.

            Nos fuimos a la cama. Ya era tarde. Cuando me estaba empezando a dormir, escuche algo. Un llanto. Si, alguien estaba llorando. El sonido procedia sin lugar a dudas del sotano. Me levante y me dirigí al museo de mi abuelo. Aunque estaba muy oscuro pude  ver a mi abuelo llorando. Sostenía una de esas botellitas entre sus manos. Me quede un rato. No quise que me viera, así que me fui en silencio a mi cuarto.

            Al día siguiente, después del desayuno, busque una excusa para no acompañar a mi abuelo en su paseo matutino. Cuando comprobé que se había alejado por el bosque, baje al sotano. Fui directamente al mueble donde se hallaba la colección de lagrimas. Había una sin etiqueta. La cogí y la apreté entre mis manos. No note nada.

            Sin saber porque, empece a sentir algo muy extraño. Soledad. Sentí una profunda soledad. Acompañada de angustia, dolor, un intenso y sofocante dolor. Por mi mente empezaron a desfilar un sin fin de recuerdos. La guerra. La muerte de personas que no conocia, pero extrañamente añoraba. Aquellos recuerdos no eran mios. Pero los sentia como propios. Me empezo a faltar el aire y el agobio cada vez fue mayor.....

            Note que alguien me acariciaba la cabeza con ternura y me quitaba la botellita de las manos. Era mi abuelo.

            -¿Que es esto abuelo?, pregunte asustado.

            -Lagrimas. Lagrimas humanas.

            -¿Quien puede sufrir tanto?.

            -Que mas da. Quizás un hombre que va a morir.

            Mi abuelo falleció a los pocos dias. Aquellas lagrimas eran suyas. Todas las lagrimas de aquella extraña colección le pertenecían. Las lagrimas de un padre que ve morir a su hijo, las de un hombre que tiene que dejar su pais porque es perseguido. Las lagrimas del odio y del amor. Pero realmente que mas da. Las lagrimas, los sentimientos son iguales en todos los seres humanos. Eso es lo que intento transmitirme mi abuelo. Todos los seres humanos sufren de la misma forma.

            Mi abuelo fue enterrado con su particular colección de lagrimas. Como cualquier ser humano.

 

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