Estallar en el cuadro

Luciano Ortega
Presentación de Rolando Lazarte.

Este escrito del titiritero Luciano Ortega, inédito, se inspira en las pinturas de alguien que regresa a su tierra natal después de largo exilio, en busca de sus raíces. Podría ser una arboleda perdida, con Rafael Alberti. O un "después hay que llegar", con Julio Cortázar. Una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo, con Jorge Luis Borges. O talvez apenas una pieza del rompecabezas de la vida de cada uno que, en ciertos momentos, es necesario montar. A riesgo de, no haciéndolo, ofrecer en bandeja al sistema sin alma, lo más precioso de la vida entera: el corazón. No hay tiempo, ametrallan los relojes. No hay tiempo. Tienes que trabajar. Tienes que luchar. Tienes que subir, tienes que bajar, tienes que morir y no viviste. Estallar en el cuadro. Recuperar la raíz contra viento y marea. Luciano Ortega mantuvo la raíz en medio de todos los vendavales de la vida. No solamente aquél que nos cortó por la mitad en un antes y un después a todos los argentinos, la dictadura atroz del mercenario Videla, perro de presa del capital apártida y del Departamento de Estado de EEUU. Luciano Ortega aprendió a andar de acuerdo con su reloj interno desde joven, y nos lo enseñó. No se hizo rehén de un barrio, ni de alguna ideología o creencia, ni de las necesidades por las cuales tan pronto uno se vende por un plato de lentejas. Atravesó las olas del politicismo y del misticismo románticos de los años 70. Sobrevivió a la carnicería que le mordió los talones en nombre de Dios, la Patria y los Santos Evangelios (léase: El Capital, El Lucro, La Ganancia). Tantas palabras, te harían reír si las leyeras. No hacían falta, dirás, y talvez así sea. Sin embrago, por traerme de vuelta, te digo Luciano Gracias. Y porque me trajiste en muchos, gracias Amanda García, Marcelo Nazar, Mílvia del SUTE Mendoza, Pelusa Oliveras, Omar, Gita, Rodrigo, Natalia, Leonardo, Carolina.


Estallar en el cuadro

HACERSE CARGO

Ser capaz de estallar en el cuadro, perseguir el color hasta el último aliento, preservar la raíz contra viento y marea, hacerse cargo del silbo, festejar el instante y sus rincones. Sí, hacerse cargo, dar la respuesta subjetiva del camino singular que toca y que parimos.


ACEPTAR EL INFIERNO

Habrá siempre un infierno acosando, acechando en su furia de sicarios, atacando inclusive desde dentro. Pero la pupila y su pulpa, la mano y el pincel, esa gota de esperma que restaura el obstinado intento en el nombre del pan, a favor de ese beso que anhelamos, de esa porfía a compartir, habrán de rescatarnos.


UN DIOS QUE SE INSINÚA

No es hoy todo el dios que buscamos, ese dios cotidiano que buscamos nacer, ese dios que religa en el abrazo, ese dios tan negado en lo contiguo, ese dios de dejarnos que nos quieran, que exige el compromiso en el ahora, ese dios tan difuso en lo absoluto, sin embargo en un eco tan lejano. Ese dios desde siempre, y quizás del futuro, amasado en el ya frente a puñales, con una espiga rota por burócratas, un dios agujereado que pasó la frontera, por la rendija de un cuadro aún no pintado. No es completo en el hoy, pero insinúa, exige un compromiso desde el lienzo, en toda la pintura que nos queda.


EL CAMINO DE AHORA

El camino, este camino que hoy siento no es frontal, no quiere condenar al asesino, apenas es pintar a plena tela, es seguir con el silbo y el relincho, es sortear con cintura lo minado, es aceptar el ya como algo propio, es cargar con la herencia y su latido, es elevar la vela y ponerla en la mesa, sobre el tapete mismo del pan diario, con la canción intacta que logramos izar aquí en los huesos.


SIGUE HABIENDO UNA CHISPA

No niego los fusiles, los descarto, desbarato su pólvora funesta, detrás de la tortura y el exilio, sigue habiendo una chispa de poeta, sigue el gesto presente entre las palmas, en la sombra y el pecho, en el paso, apenas con olfato y tacto abierto, con el ojo difuso y trashumante, reapareciendo, porque es preciso, asumiendo el recodo que vuelve vida tanta muerte, que da color a tanta grisadumbre, que convierte en aurora a la noche profunda.


LA VUELTA AL CERO

Por eso en este cero del cero más el cero, existe la sospecha de festejar el dos que abraza lo tercero. El hijo está e el vientre que el asesino acecha, hay que sanar la sangre para nutrir su risa, es tiempo de seguir con las manos hundidas en la pintura honda que quema y que festeja, es tiempo de volcar todo el racimo, es tiempo de molienda aquí en el patio, la reja no es obstáculo, aquí nos llega al piso un rayito de lumbre, no es para hoy la siembra, no buscamos cosecha, apenas el intento es moler esta espiga, molerla porque sí, porque el perfume embriaga, y hay abuelos parientes que vienen amasando, que tienen un regazo de lluvia y parentesco, que exigen compromiso en lo cerquita, en la puerta y la llave al alcance del silbo, arrimada a la hornilla, a la cama de a dos, en la cama de a uno, en la silla y el rito, insistiendo en el pan con carne propia, nutriendo la cuchara que acuna la canción y los afectos, que se funde en la fragua buscando el coro, boca a boca, en el nombre de todos y lo uno, en nombre del que aúna, más allá del cronómetro.

 

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