OSCAR ACOSTA
Periodista
Tel.527-3337
c/Taveras 3
Neyba
Provincia Bahoruco
Rep. Dominicana

 

MAS ACA DE LA FRONTERA CON HAITI

 

I

       Las cosas están en su mismo lugar desde aquel día en que la noche fue por primera vez diferente a las anteriores. Nunca había sentido, como ahora, la frialdad de las hojas caídas en el patio de abuela, incluso más que aquella vez en que por primera vez experimenté el cambio de frío a tibio de su cuerpo. Era la pubertad al entrar diciembre. Los vellos en sus brazos. Sus ojos hondos y maliciosos, comunes para su edad, le sobresaltaban.

 

Ahora, apenas empieza el verano y recorro el patio sin percibir siquiera que el aire que sopla viene con el polvillo de la cuaresma. Ni por asomo lo relaciono  pese a que la tía Elisa para estos tiempos casi siempre cierra por mucho tiempo las ventanas del frente debido a la alergia que le ataca y que la hace estornudar por más de dos minutos. El asma después de los sesenta no perdona.

 

La gente la incomoda. La molestan. Siempre susurran diciendo que la jamona se va a volver loca un día de esto,  de tanto encerrarse. De todos modos cuando llegué era ya de noche y de noche por aquí es difícil saber si uno siente frío o calor por miedo o por la temperatura, porque la lluvia es escasa en todas las estaciones y porque el viento puede soplar tanto del este, como del oeste, el sur o el norte. Aquí nadie decide el rumbo del clima.

Y es que el sur en esta isla siempre impacta aunque se haya vivido allí una, dos, tres, muchas veces. Esa sensación a uno nunca se le quita. No es oficio del que desea escribir estar con la manía de poner en orden cosas que no sabe si están o no en los sentimientos, en la historia o en ese prejuiciado subconsciente que no nos deja nunca en paz.

Hay muchas canas aquí. Juan, el del colmado... la tía Belkys, hasta la prima que no he visto por mucho tiempo,  tiene plateadas las sienes como el mar del cielo soleado de las tres  que va y viene mostrando su brillo. Su cara no tiene muchas arrugas ni se nota el peso del tiempo como siempre pensé encontrarla cuando veía sus fotos entre mis papeles, pero la verdad es que no puede ocultar sus años por mas calidad que tenga la crema facial importada que usa.

 

Llego a la casa y veo que tendré problemas porque no hay lugar para mi computadora. Aquí sigue estando la misma mesa que use para hacer mis tareas de secundaria y sobre la cual lloré infinitamente por las frustraciones de unos amores ilógicos que me dejaron años de locura. Aquí también escribí numerosas cuartillas revelando al muchacho que se subía en la mata de limoncillos a cortar de su corteza, a escribir sus iniciales con una pasión de solitario acomplejado como el del Hombre Halcón o Red Riders.

 

Fue entonces cuando empecé a querer a Raysa sin saberlo. De súbito la niñez de ella me fue llenando de escalofríos indescriptibles. Sus ojos de muñeca se confundían en el patio con el olor de las guayabas y las cerezas.  A su cintura delgada le combinaba su sonrisa como un pez en el mar lejos de las redes de los pescadores.  Ella vivía cerca de mi casa y su perfume cada vez que estaba por los alrededores se entraba en mi piel con una religiosidad más fuerte que la de los taínos.                                        

                                                          

Me recuerdan que  estos indígenas obtenían de los ídolos la lluvia, si la necesitaban, y días claros si querían sol. Ellos pensaban por ejemplo, que si los Zemes se irritaban mandaban a granel los truenos, rayos y granizos. Los taínos creían que los machos cohabitaban algunas veces con las mujeres de los reyes por un tumor muy variado que se extendía por la cabeza. Lo sentían pero no sabían que era y lo aceptaban como bueno.

                                                                       

Lo que escribo no puedo desligarlo nunca de aquel sentimiento que me hubo de acompañar hasta la muerte como aquel dios de los taínos.  Raysa, la casa, la calle larga  de enfrente mojada por la lluvia. El misterio y la ironía que trajeron consigo los años marcaron la crónica desde su concepción. Aquí vine a descubrir, a desenterrar cosas que ya nunca se podrá remediar ni enmendar, pero que tampoco se podrán esconder. Este es el Sur más acá de la frontera que se teje con las siluetas del vudú y que baila entre los palos, el gagá y el merengue por cada momento de vida que se respira.

 

Al sur lo percibo en aquel pasado como un pandemónium en el que tratamos de encontrar un sentido frente a los fenómenos de la naturaleza y  de la angustia existencial que sentimos. Es como si nos diéramos cuenta de nuestra precariedad cuando ya no tenemos más chances para recomenzar y entonces uno relata eso que nos duele dentro.

 

Se habla de que una vez existió un mundo de espíritus, o dioses, buenos y malos, poderosos unos y débiles otros, invisibles y eternos algunos, vencidos los demás. Hoy hay que ir a los papeles, a los restos de las casas de tablas desteñidas para encontrar los datos antiguos de aquella ciudad que se quedó en la imaginación de muchos como un mundo de comadres que les daban diez centavos al niño para el cinelandia o la malta. Muchas cosas han cambiado desde entonces.  Habrá que recomponerlo todo, desde los eslabones perdidos de los sentimientos, hasta las nuevas construcciones llenas de grafitos donde quedan las orgías y el tufo de los narcóticos en los baños de las Disco. Allí los jóvenes rumian sus años de hastío y soledad hurgando en la incertidumbre del porvenir con signos de subversión.

 

El barrio me la recuerda como una adolescente que va y viene entrando por el portón acompañada de mi hermana con el helado cayéndole. Eran sus tiempos del liceo cuando todos andábamos vestidos de kaki y volabamos las verjas clandestinamente en las horas de Orientación o Religión.

 

Cuánto ha cambiado el Suroeste!  Debo ubicarme sociológicamente, algo que no podré hacer nunca, sin tocar mis sentimientos o recordar que en alguna parte de este lugar ha estado mi pasado y que de aquí nació mi oficio de escritor y periodista como herencia inconfesa y accidental.

                                                               

Cuando entré a Azua por el Cruce del Quince para el reencuentro, tomé la salida que me conducía hasta Barahona, capital de la provincia. Comencé a guardar como dato que esta población fue fundada en 1802 por el General francés Toussaint Louverture y que luego fue convertida en provincia en 1907.

Barahona, por lo menos la península, fue del Cacicazgo de Jaragua.  Tiene costas de sumergimiento donde la plataforma marina se ensancha con mares espumosos, rocosos y azules de poco fondo en donde nacen y conviven los peces y crustáceos.

Tomé otro camino al llegar al cruce de Vicente Noble. Una enorme valla a la entrada describe a la gruta de la Hoya del Lago Enriquillo.  El lago está de aquí a unos 30 metros bajo el nivel del mar y desde allí emerge la Isla Cabritos, un Parque Nacional donde conviven los flamencos, dos especies de iguanas y la mayor reserva mundial en estado silvestre del cocodrilo americano.   Hace millones y millones de años todo el valle de Neyba fue un inmenso brazo marino, salpicado por las diferentes especies que se hospedan en ese habitad. El lago es un testimonio de aquella transformación ancestral que precedió a lo que hoy es esta zona.

Aquí descubrimos la zona arqueológica de Las Caritas, que guarda en sus entrañas todo el arte Prehispánico que nos sobrevino. Las Caritas son  pinturas de arte rupestre creadas por los indígenas que poblaban la isla y que dejaron sus sueños agonizantes tras las embestidas de los dioses españoles cuando nos trajeron sus ídolos muertos y sus espadas inmisericordes acompañados de una cruz. De aquellos blancos del pasado se dice que tenemos esa terrible manía de acompañar la Biblia con nuestras maldades cada vez que queremos imponer nuestras ideas sin que medie ningún tipo de convencimiento real  o cuando queremos combatir al Dios que el otro adora con el mismo derecho que nosotros.

España, claro,  con sus cambios, aun sigue siendo para el país un mal congénito que no tan solo aceptamos, sino que además nos sigue comprando con espejitos a cambio de nuevos trabajos mal renumerados y abusivos.  Miles de mujeres se han ido a bañar los perros de los españoles. Algunas de ellas cuidan los morbosos viejos que dejan sus “zetas” sobre los platos sin ni siquiera dar las gracias. Amas de casa. Niñas que se ofrendan al nuevo tipo de sucio navegante que se aprovecha otra vez de su inocencia con la pinta, la niña y la santa maría a cambio de sus frescos amores. Y ellos le dan el dinero, les dan las prendas, con lo que retornan para construir nuevos y modernos edificios colonizadores que le dan el tono de nueva arquitectura al pueblo o simplemente para usar su ahor! ro rentablemente en la usura que deja la crisis.  Sin embargo, no son todas, ni todos  así. Algunas de ellas o de ellos se eferran a su dignidad y regresan con su antorcha, con la bandera ondeando lanzando gritos de victoria, con poco dinero, pero con la subsistencia bajo el brazo.

Algunas no retornan y se llevan a sus crías una a una. Se llevan a sus esposos. Se quedan. Se acostumbran a la esclavitud en cualesquiera de sus formas. Antes ellos venían con la cruz, la Biblia, los espejitos y las espadas y nos sometían. Ahora somos nosotros los que vamos en aviones,  legal o ilegalmente y también nos someten movidos por la fuerza del hambre o por simple voluntad, solo que esta vez no hay exterminio físico, como antes, sino moral. Ahora los vemos venir amando su campo árido, sus bachatas, su trago, el chivo, la fiesta, contentos, pero infelizmente exterminados como los taínos, centenares de años después.                                                     

  Antes entre los espíritus de los taínos sobresalía una divinidad máxima. Se creía que había en el cielo un ser inmortal. Que nadie podía verlo y que tenía madre, mas no principio; a este le llamaban Yocahu Vagua Maorocoti.  Un gran dios con fuerza descomunal. Los cemíes eran las representaciones de los espíritus inferiores y subordinados. Ellos actuaban como mensajeros o siervos o soldados del ser único, infinito, omnipotente e invisible. Ahora guardando la distancia y la forma, pasa lo mismo.

La verdad es que los taínos tenían cierta fe y un conocimiento de un verdadero y solo Dios, el cual era inmortal e invisible y el cual no tuvo principio y cuya morada era el cielo, pero los que llegaron le quisieron hacer amar otro Dios, sin principios, con otro nombre y otras reglas que algunos aceptaron, pero que otros no, en todo caso la mayoría. Al final estos fueron exterminados, pero esta vez felizmente exterminados.

                                                     

Volver a estos lugares no simplifica la rigidez,  la disciplina que debe tenerse cuando se va tras los rastros de la historia. Cuando me recuesto sobre la cama, boca arriba, siento que detrás de mis juicios hay sucesos repetidos, imágenes, que escapan de la rigurosidad científica de las investigaciones para formar parte de mi pasión por la vida. Raysa  es parte de este aparte. Está claro que nunca podré obviar a mi Padre, a mi madre, a mis hermanos tampoco.  Haber entrado a este túnel es pasar las imágenes de mi niñez, hurgar en los aciertos y desaciertos de la intimidad de mi pasado más acá de la frontera.

 

II    

                                                                          ***

                        El sur es caluroso.  Hay lugares en que llueve muy poco y cuando ocurre, la lluvia acaba con todo cuanto existe.  Tumba las matas de plátanos, el agua corre rabiosa por las cañadas de las montañas y entonces rebosan los ramales de los ríos para hacerlos bajar furiosos contra los conucos y las casas. Tamayo fue un pueblo que sufrió esta rebeldía de los dioses. Un día de la Virgen de las Mercedes, la divinidad de las aguas del río Yaque del Sur irrumpió con furia sobre esa población trayendo consigo chivos, vacas, cerdos, gallinas. Para los ta! ínos el caso hubiese sido de profunda reflexión.

 

Aunque se anunció un huracán, no hubo tantos truenos, ni cayeron granizos, no hubo una lluvia así, tan copiosa, para que de repente se desataran las aguas del río como una declaración de amor de uno de los dioses Zemes.  Los cemíes eran representaciones de espíritus inferiores y subordinados como mensajeros o siervos o soldados del ser único, infinito, omnipotente e invisible. Entre los espíritus de los taínos sobresalía una divinidad máxima. Se creía que había en el cielo un ser inmortal. Que nadie podía verlo y que tenía madre, mas no principio; a este le llamaban Yocahu Vagua Maorocoti, El era el Dios de ellos. El Todopoderoso.

 

Estoy seguro de que en las inundaciones de Tamayo no estuvo el ser inmortal de los taínos. El Yaque del Sur se llevó estufas, camas, neveras, muebles, radios, arrasó con todo cuanto encontró en su camino y sepultó con lodo todo cuanto encontró, menos con los humanos.  Así pasó con otras comunidades en esos días del ciclón Georges. El panorama era sombrío y a muchos nos pareció irrecuperable.

 

Un poco después, a más de un año de lo sucedido, se revirtieron los pronósticos. Estas poblaciones resucitaron gracias al apoyo local y la solidaridad internacional.  Después de muchos forcejeos para que  se reconociera la situación llegaron los alimentos, la medicina, los médicos, las brigadas, los voluntarios del club de Leones, de la iglesia, de los clubes, los grupos campesinos, pero también las contradicciones políticas con la búsqueda del protagonismo.

 

Se cuenta que los primeros que llegaron a Tamayo lo hicieron a lo largo del siglo 18 cuando esta tierra aun estaba virgen. Todo estaba entonces lleno de árboles, de arbustos, de plantaciones muy verdes y animales, aves de todo tipo. Detrás de aquella imagen hermosa del desierto, llegaron en caballos, en burros y a pies gente de Cambronal (Galván), de Jarabacoa, Neyba, Azua y El Cercado.

 

Aquellos nómadas criaron su ganado y construyeron allí sus casas. Entonces le llamaban Hatico, porque todos tenían algún pequeño chiquero de becerros.

 

En el 1908 con la llegada de un gran ciclón a la isla, el río Yaque del Sur creció e inundó los terrenos del Hatico, destruyendo el poblado. Fue la primera y más grande inundación de la Isla de la que se tenga noticia.

                                                                     

Después de las inundaciones,  el lugar comenzó a repoblarse con personas que llegaban ávidos de progreso o por simple subsistencia, esta vez, principalmente,  de San Juan de La Maguana, Las Matas de Farfán, Azua y El Cercado. Con ellos llegaron también en masa los haitianos que dejaron allí su historia.

 

Los visitantes del vecino país se dedicaron a la agricultura y a la cría de patos.  Se dice que muy pocos de estos llegaron a ser los dueños de los terrenos donde realizaban su labor. Ellos trabajaban “a media”. Tomaban prestados los terrenos donde trabajaban para luego repartir la producción con el dueño de la tierra. Más adelante los haitianos fueron desalojados, aunque algunos decidieron esconderse por un período para poder quedarse definitivamente en el lugar.

Las lluvias siguieron cayendo en la región al año, al otro y al otro, con menos tragedia, con menos daños para las cosechas y los humanos, pero con los mismos temores psicológicos. Fuera de los peligros que la lluvia representa por la inseguridad en que muchos vivimos, el agua que cae de las nubes trae sus misterios, viene cargada de sentimientos. Unas veces  provocan t! risteza, otras veces alegría, intimidad. Agiganta nuestros olores. Cuando amamos nos multiplica el olor de la piel y entonces frente a la chica que nos produce calor o nos sofoca con su tierna proximidad somos más sensuales.

***

Cuando empecé a saber que Raysa me era imprescindible, también comencé a entender  la majestuosidad que los taínos le atribuían a la lluvia y el cielo. Cada vez que llueve la siento en mis venas, la siento atrapada en mis sentidos, como si la divinidad de los cemíes me recordara su tibia piel con los aguaceros de cada noche sin luz, mis manos ardiendo entrelazadas con las de ella  por su cuello. Y es que en el sur el amor también tiene sus peculiaridades.

 

Estamos cerca de Haití. Esto es parte de la diferencia que nos distancia de aquellos ascendientes que encontraron los Europeos que llegaron a la isla hacen más de 500 años.  Ellos trajeron más santos blancos que negros a las iglesias. Luego llegaron los negros con una religiosidad de caridad y clemencia, más que de insubordinación.

 

A muchos de ellos se les impuso la devoción española, pero la mayoría vibraban con Anaisa, quien habría traído consigo a los santos divinos del África. Entonces fue cuando aquel espíritu comenzó a erigir la rebeldía. Los otros trajeron la música taconeada, el tarareo y los brazos tirados al aire y estos la danza morena, el baile del azúcar, la furia rítmica del sudor y los contornos del muslo moreno.

 

Por aquí se asimiló gran parte de la forma de nuestros vecinos, pero más que de estos nosotros asimilamos ese arco iris que trajo consigo el descubrimiento de América.  Los sureños si bien no pueden quitarse el vaivén azul en las plateas de la Madre Patria, ni las adoraciones a las vírgenes madrileñas, tampoco pueden desprenderse del profundo sonido de las marimbas, ni de los espíritus del tambor, pero mucho menos de la veneración a la divinidad del budú o el gagá. Por donde quiera asoman a nuestras sienes como una realidad irremediablemente congénita.

 

Hay que visitar los bateyes y ver allí como se mezclan indistintamente la carne y la sangre. Los Viernes Santo, allí se confunden las finas vírgenes españolas de los cuadros y la furia divina de las patronas afroantillanas en los contornos de las siluetas del negro o la negra cuando danzan al llegar definitivamente la noche. Es como si hicieran el amor con las almas de las deidades. Un rito heredado de sus ancestros, por años.

                                                               

Los que viajan a España, traen ahora los dólares y nuevas construcciones. Antes también fue así, pero aquella vez lo hicieron para establecer su dominación los que llegaron. El barroquismo español copó las letras, la fe, la cultura de estas tierras, pero también el arte, los diseños arquitectónicos, las edificaciones de la zona Colonial de la Capital y otros lugares. Ahora nosotros les buscamos por las mismas razones con que les permitimos llegar para exterminarnos y quedarse.

 

La diferencia está en que son los mismos negros combatidos y utilizados los que también pisan aquel suelo de la España perdida dejando allí parte de su dignidad violada. La sangre negra del esclavo Lemba, la sangre nueva del negro haitiano, unidas a la española y la Indígena para una sola identidad, la del caribeño, la de la caribeña, la del dominicano, la de la dominicana. 

 

Raysa es mi sueño latino. Desde pequeño se fue enraizando en mi interior y la percibo en los ritmos de mis latidos como si fuera parte de mi necesidad.  Llevo aun la imagen de cuando la veía jugando en el patio de la casa entre las matas de limoncillo, mango y guayaba con sus ojos de muñeca. Apenas podía guardar leves agujeros de vacíos que agujereaban mi abdomen haciéndome sentir la tibieza extraña de la tristeza o la fría agonía de la espera.

 

Su nombre y Neyba nunca lo podré desligar, porque aquí la gané y la perdí sin tenerla como hubiese querido.  Por miedo la perdí en una amarga batalla que jamás inicié. Otro en mi lugar fue coronado, otra en su lugar le arrebató muchos años después las reservas que guardaba para ella en mi interior.   Este siguió siendo uno de los grandes secretos de esta crónica.

 

En los manuscritos de las ciudades los detalles personales no cuentan, pero sirven para medir la temperatura de la vida social y cultural que encierran siempre los sentimientos y las emociones de sus habitantes cada cierta época. Es una manera de descubrir como se mueve y se comporta la línea de este complicado gráfico en su historia.

 

Debo   contar   que  la  tierra  desde  donde  comencé a  escribir  fue  un  nitaínato   antes    del descubrimiento y la colonización de la isla de Santo Domingo  y  que  su existencia viene desde los tiemp! os remotos de los tainos.

Las afluentes, los cachones, los ríos que eran abundantes entonces se confundían entre las indígenas. Las aborígenes subían y bajaban de las montañas. Caminaban largas distancias a pescar y cazar con los pezones al aire, libre, como era Quisqueya entonces por esta parte de la isla. No era grande el poblado, pero desde entonces se fueron quedando las huellas grabadas en los causes, las rocas marinas, en los caminos y en sus montañas laterales.                                                    

                                                                      

Aquí quedaron luego las huellas de las devastaciones de Osorio de 1605 y 1606.
El nombre de Neyba debe su origen a los taínos. Este nombre también lo llevaron el Valle de Neyba, la Bahía de Neyba y en algún momento el Río Yaque del Sur.

                                                              

Otros nombres aparecieron después cuando los pobladores se iban extinguiendo, dispersando y cuando otros llegaban, algunos con banderas de paz, otros con banderas de guerra. La rebeldía, la resistencia frente a la esclavitud y la opresión seguía siempre a la fundación de las nuevas poblaciones. Lo demás, ocurrió relativamente reciente.

 

Cuando la parte Este se la dieron a Francia a finales del siglo 18,  Neyba era ya una parroquia del Partido de Azua. Durante el gobierno de Toussaint en 1801 pasó a ser un Distrito del Departamento del Ozama y luego del Departamento Haitiano del Sur. En el período de la España Boba,  de 1810 a 1821, volvió a ser parroquia del Partido de Azua.

Así estuvo hasta el 1822, cuando no se hizo resistencia ni nada, ni nos resistimos frente a los vecinos que ocuparon nuestra casa sin guerra alguna. Por el contrario, parecíamos como si ansiáramos que lo ocuparan todo y que nos dirigieran. Solo entonces no fuimos frontera, lo que no quiere decir que hubiésemos dejado de ser o no quisiéramos ser dominicanos.

 

En 1822,  durante toda la ocupación haitiana mantuvo la condición de Común, perteneciente al Departamento Haitiano del Oeste. En julio de 1844, después de la declaración de la Independencia Nacional, Neyba pasó a ser Común del Departamento de Azua, uno de los cinco en que fue dividida la República por la Junta Central Gubernativa.

Así fue siempre el papeleo con las poblaciones que cubrían la isla en aquellos años en que el país balbuceaba su débil sistema político.

En  fechas  diversas  le  fueron  quitadas  a  Neyba  varias  comunidades, como el Puesto Militar de Barahona, Duvergé y Enriquillo.  En  1881 cuando  Barahona fue convertida en Distrito Marítimo, mediante decreto  No. 1-959  la  Común  de Neyba pasó a formar parte de esta nueva jurisdicción.

Más tarde, mediante la Ley 299 del 18 de marzo de 1943, Neyba adquiere la  categoría de Común Cabecera de la Provincia Bahoruco.  Sus  habitantes  lo  celebran  el  10 de marzo porque esta fue la fecha en que Trujillo anunció personalmente  la   decisión  al pueblo de Neyba. De ahí es que siempre ha existido la incógnita sobre la real fecha de la celebración de la fundación de esta población, de sí es el 10 o el 18 de marzo.


A  lo  largo  de  su  historia  Neyba  libró muchas batallas para contribuir a consolidar la Independencia Nacional, encuentros bélicos en la mayoría de los casos  distorsionados por sus apreciadores. Sus poblaciones  fueron las primeras en combatir al ejército haitiano que se disponía a reconquistar este territorio, en la batalla que se denominó Bautismo de Sangre,  cuyo  principal  héroe  fue  el  General  Francisco Sosa,  destacado líder de las Batallas de Cambronal y Las Marías.

La tía Elisa, se sabe toda la historia.   Desde pequeño me la cuenta ligándola siempre al pleito  de  los  rabuses  y  los  coluses   y a  los  malabares  que estos hacían para mantener a la población  pendiente a  esa  pelea  de gallos. Todos apostaban al suyo, con! la pasión que dejaban las galleras cuando eran días de puja. Voy a mi gallo! Voy a mi gallo! Y la política entonces se convertía en una dulce diversión en la que siempre es mejor ganar que perder.

 

Los pueblos tienen su historia particular. No están  en los libros de los más destacados escritores, ni en las salas de las reconocidas bibliotecas del país, pero tiene una inusitada importancia para esa multitud sencilla que la va contando, generación tras generación, de manera muy descriptiva y profunda.  Cada pueblo tiene sus personajes. Donde quiera aparece un loco al que la gente siempre se acostumbra y quiere olvidando su desquiciamiento, pero también aparecen por habilidad, los maestros, el escritor, los artistas, el astrónomo, los caciques y curanderos.

 

A Pablo Mamá lo hicieron estas personas, lo mismo que a Che Blanco, a Carnavá y José Liborio y otros más. Estos fueron los héroes a caballo, mujeriegos,  que con su colín y su machete impusieron la autoridad y el honor  y bailaron al tono del merengue, la plena, la mangulina o el balsié. La gente admira sus valores contando sus anécdotas y con una intuición apenas perceptible las enmarca en algún contexto de la historia dominicana. Gracias a esta ubicación se puede hablar del modo de producción, de la situación política, de un estudio económico para aquellos tiempos de los caciques pueblerinos.

 

Jaragua, es un pueblo que nos cuenta mucho de aquel suroeste ladeado de la sierra de Neyba, que respira azúcar entre las uvas, los cambrones y el cactus.  Sus hombres y mujeres cuentan la historia de este pueblo con gestos, con una mirada que se pierde en el infinito, como si se sintieran orgullosos de haber nacido en estos lugares de tierra blanca.

 

Jaragua se creó en 1730, entre el sector "La Madre" y "Cortaderas".  Hay quienes cuentan que los pleitos hicieron  que  aquel  pequeño poblado  fuera  llevado a  los  alrededores de los balnearios Cachón Pocilga y Cachón en Medio.  Para entonces se le llamó Barbacoa. Los barbacoeros fueron siempre muy ablativos e inteligentes, es la percepción que dejan los que se refieren a estas personas contándonos sus historias.

 

Las loas impuestas por el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina,  hicieron que al municipio se le llamara Villa José Trujillo Valdez, en honor a un hijo suyo.

 

El nombre de  Jaragua, llegó a finales del año 1961, tras el aplastamiento de una parte de los remanentes que quedaron del trujillismo. Le llamaron Jaragua por el cacicazgo de Jaragua, el más importante y más grande de los cacicazgos encontrados por Colón  en el suroeste de la Isla. En este cacicazgo fue fusilada por los colonizadores españoles, junto a sus aborígenes, la reina Anacaona. Ese hecho fue llamado La Matanza de Jaragua.

A las primeras casas levantadas en el municipio se les llamó El Clan y estaban ubicadas a lo largo del camino que anteriormente se llamaba Camino Real.  El Camino Real era una vía de circulación comercial entre las partes este y oeste de la isla de Santo Domingo.

 

En el Clan los viajeros se paraban y preparaban sus meriendas. Luego, como consecuencia de las migraciones, diversos pobladores se fueron a la parte agrícola del distrito, donde construyeron sus casas y se dedicaron al cultivo de la viña y otros productos.  De esa manera, con las mismas características y por las mismas razones,  se fundaron otras poblaciones a lo largo de la carretera que va desde La Capital, hasta el vecino país de Haití, por la parte de Jimaní.
                                                             

Hay manuscritos de la región que describen la pasión de aquel pasado guerrero en que las mujeres esperaban a sus maridos con una insólita dedicación y con una reserva de la que solo abjuraban cuando el deber de haber cumplido se los quitaba de los brazos. Nunca fueron tan muy mujeres las damas que como en aquellas ocasiones en que ellas lavaban los pantalones blancos o kakis con almidón para darles un filo relumbrante con las planchas que llevaban al fogón. Ahora es diferente, esta actitud es opresión, es esclavitud, es marginidad, porque la participación de hombres y mujeres en los quehaceres de la casa o del trabajo laboral debe producirse en condiciones de igualdad.

 

Muchas ancianas aprecian este comportamiento de manera diferente. Devalúan una lucha que a su entender es estéril, y dicen que sirven poco las mujeres de ahora, que son lentas, que no pueden ni debe tener maridos porque hay que atenderlos bien y ellas no lo saben hacer. “Así se amarran los maridos” –decía la abuela. “Las mujeres de este tiempo no sirven para atender una casa”.

 

 

III

    ***

                        Los atardeceres aquí se sienten diferentes a los de otros lugares del Caribe. Aun cuando se parece a otras regiones en cuanto al calor tropical, el sur profundo difiere en el dejo sentimental que los rayos del sol van dejando en uno cada vez que caen. En los bateyes, cuando se entremezclan entre los cañaverales y bañan la piel morena de los niños y las mujeres del ingenio,  nos producen la sensación de incertidumbre y una particular belleza impregnada de ideología. En los campos,  la serenidad de su tibieza  produce una inusual tranquilidad anímica que insinúa una vida natural, pese a la pobreza relativa de los lugareños.

 

 La gente baila, consume bebidas alcohólicas para lidiar contra las asperezas del clima y de las desigualdades en sus relaciones de producción. Muchos de sus hombres consumen muchas cervezas, ron añejo, ron barato: triculí, clerén, aunque las ventajas de estar de cara a la frontera con el vecino país de Haití, les facilitan el consumo de una alta dosis de wisquies.  Las mujeres que solían ser dóciles por tradición,  se fueron escapando de las prisiones económicas y sociales, a través de las organizaciones y gracias a la efectividad de la propaganda feminista,  ahora exhiben más libertad y más derecho a la participación.

 

La familia, o por lo menos una parte de ella, suele sentarse al frente de las casas a refrendar el habitual calor que hace durante casi todo el año.  Puede ser un habito, pero la verdad es que ese rito compensa la brecha ancha dejada por el desempleo y el ocio y  convierte ese momento en una despensa de especulaciones o verdades hechas fuera de tiempo contra el prójimo. Hay quienes no desaprovechan la oportunidad y lo hacen, no obstante las ronchas que van dejando.

 

En el suroeste, aparte de las divisiones normales que dejan las estaciones durante el año, hay acontecimientos culturales o naturales que han marcado tradicionalmente su proceso más allá de las fechas y de las apreciaciones técnicas. Esos acontecimientos solo los cuenta el pueblo, la gente que conserva las leyendas tras las empalizadas, las esquinas o jugando varias partidas de Dominó en la acera bajo el árbol tomándose un trago o una taza de café.

 

Una vez estuve en una de las esquinas más visitadas del pueblo, un lugar lleno de motoristas, de vendedores ambulantes, de personas que se encontraban al azar para viajar o de viejos amigos que se citaban para abortar su agobiante rutina. Allí una señora, casi anciana, me narraba apasionadamente cosas de su pueblo, datos que aproveché para entender la vida en esta zona que queda por donde se acuesta el sol en su trayecto sobre la isla. Me habló de Postrer Río.

 

Postrer Río es una de las comunidades que bordea al Lago Enriquillo por su parte norte.  Fue primero aldea del distrito marítimo de Barahona, luego de Neyba y, con la creación de la provincia Independencia, pasó a pertenecer a La Descubierta.

 

En el 1959, casi en la culminación del gobierno del dictador Rafael Leonidas Trujillo, esta población fue elevada a la categoría de distrito municipal adscrito a la común de La Descubierta.  En 1982, mediante Ley 483 del Congreso Nacional, esta población fue elevada a municipio.

Con el status de distrito municipal llegó también la construcción de los edificios del Ayuntamiento Municipal, el Juzgado de Paz,  de la Oficina de Correos y Telecomunicaciones y del Partido Dominicano (donde hoy funciona el Liceo Secundario). Así pasó casi con todas las demarcaciones que cambiaron a la categoría de distrito municipal o municipio durante ese tiempo. El Dictador siempre se empeñó por construir un compacto local de su partido en los lugares que el siempre entendió clave para la estabilidad de su proyecto.

Según los datos que se han registrado Postrer Río fue fundado en el Siglo 18,  en la margen occidental del Río Guayabal por un señor de nombre Domingo Carvajal, de apodo Cogote, quien por problemas familiares se trasladó al lugar desde Barbacoa (hoy Villa Jaragua), junto con su esposa José y sus hijos. 

 

La fertilidad de la tierra le permitió dedicarse a las labores agropecuarias, procediendo a fundar pequeños hatos de ganado y algunos fundos; conseguida la prosperidad, convidó a algunos amigos para que se establecieran también en el lugar, y fue así como se fundaron otros hatos y fundos, especialmente en los terrenos de lo que hoy es el paraje de Los Conuquitos.

Postrer Río fue escenario de uno de los encuentros entre dominicanos y haitianos en la cuarta campaña de Independencia, combate conocido en la historia patria como la Batalla de Las Caletas o Encuentro de Postrer Río, ocurrido el 30 de mayo de 1851. El combate fue ganado por las tropas al mando del Coronel Joaquín Aybar.

En Postrer Río combatieron también los partidarios de los Rojos y los Azules, es decir, los partidarios de Horacio Vásquez y de Bienvenido Jiménez Peynado. Los partidarios de este último, en desbandada,! se refugiaron en los terrenos ubicados al norte del territorio municipal, en lo que pasó a llamarse Los Bolos.

 

Eran los tiempos de los bolos y los coludos, en donde la pasión por la política no era aun la mercadería en la que se cayó después. Los intereses pesaban, es verdad, pero eran intereses de otro tipo. Abajo se luchaba por la calidad de los gallos; arriba, ahí sí, como siempre, por el control de los de abajo. La lucha de clases fue llegando al paso, tardíamente, con el desarrollo lento de la economía, pero también para definir el nuevo rumbo de la política y de la composición social dominicana.

 

Raysa, esculpió, talló, le dio formas a mis sentimientos desde que tuve  conocimiento de que estos podían ser sanguíneos o carnales. Desde entonces comencé a definirla, a entenderla no tan solo con los sentidos, sino también desde sus latidos, con el alma, sin que ella lo supiera. Este fue un error que cargué hasta ahora: entenderla, amarla, sin que hubiera un chance de amarnos con toda la libertad que las circunstancias nos impidieron recuperar varios años más tarde.

 

Por guardar tanto silencio desperdiciamos vivir. Esto es siempre parte del mito que acompaña a la existencia humana: hay oportunidades que si uno las deja pasar no volverían a repetirse nunca. Es como el error en la buena política: es costoso, no tiene remedio, ni se enmienda.  Ella lo sabe y al menos eso nos permite unir nuestros espíritus, nuestras pasiones, lo que somos cada vez que sabemos que hay una libertad condicionada de la que somos dueños, por derecho y por autorización de Dios.

 

El suroeste profundo fluye así siempre entre la pasión de los que buscamos contar las cosas como son con la rigurosidad requerida por la ciencia y el sentimiento de aquellos que por años no se han doblegado por la soledad y el silencio de la distancia y que prefieren la templanza de haber vivido aferrado a sus anécdotas.

 

En busca de aquel hilo de la solitariedad recorrí la hoya del Lago Enriquillo y  sin olvidarme nunca de que formo parte de las especies del lugar, llegue hasta La Descubierta, aquel pueblo del occidente que me conmocionó por la tanta historia que parecía reflejarse en las casas de madera que a su manera diseñan los residentes del lugar.

 

El nombre de La Descubierta se dice que viene de los primeros períodos de la colonia. Hay quienes aseguran que el nombre de La Descubierta le llega a esa comunidad de una de las tantas avanzadas que, durante la guerra dominico - haitiana, combatían al descubierto desde los puestos militares de la Caleta y el Colorado, hasta el "Lago del Fondo" (Lago Enriquillo) y hasta se cree posible que alguna de tales avanzadas se mantuviera por algún tiempo en el lugar, más atraída por sus manantiales que por razones bélicas, dejando su nombre al sitio.

Para las guerras de independencia  ocurridas de 1845  a  1856, La Descubierta fue el escenario de las actuaciones del ejército encargado de la defensa del camino de la común de Neyba, a la cual pertenecía originalmente, y en su área estaban ubicados ! los puestos militares de La Caleta y El Colorado, cuyas operaciones marcaron la geografía de la región con los nombres de Los Cuarteles, El Cantón y Granadero.

Se ha registrado a la Descubierta, como el lugar donde se deja instaurada informalmente la primera Aduana de toda esta zona, con la celebración de la convención dominico – americana. De ahí salió en Lajas una oficina de aduanas que se encargaba de fiscalizar el comercio con Haití.

Por los años 1910 se abrió una trocha para la fijación de los postes de las líneas telegráficas y telefónicas a Las Lajas. Poco antes un grupo de guardias montados había sido asignado al lugar para controlar el contrabando y el mercadeo en la frontera.

Se cuenta que muchos de estos guardias al terminar sus funciones, optaron por quedarse en el vecindario de La Higuera. Allí se establecieron y procrearon cimentando además  parte de la historia de sus orígenes lo que impulsó el desarrollo de ésta con respecto a los demás núcleos poblacionales del futuro Municipio de La Descubierta. Este es el origen de muchas familias locales.

La creación del municipio de La Descubierta acontece el 21 de abril de 1938, mediante Ley 1497, como parte del proceso promovido por Trujillo denominado "Dominicanización de la Frontera". Cuando la isla estaba dividida en cinco cacicazgos,  esta zona pertenecía al cacicazgo de Jaragua, que estaba dirigido por el aguerrido Bohechío. Como muestra de aquella época se conservan Las Caritas, gráficas tatuadas por los indígenas sobre piedras, en un lugar que bien pudo ser una guarnición indígena.

En la Descubierta está las Barías, un sitio donde hay grandes árboles y donde existe un balneario en forma de piscina, con aguas muy frías, porque son aguas subterráneas que salen en un pequeño manantial.  Las aguas de este balneario irrigan los terrenos que le circundan, hasta perderse en el Lago Enriquillo.

 

Recuerdo que varias veces llegué con Raysa hasta este lugar. Veníamos en gira escolar o de la iglesia, junto a decenas de jóvenes que buscaron llenar de aventuras y sueños aquel espacio de su vida. No importaba lo excesivamente fría que fuera el agua.

 

No hay lugares de estos por donde circundo que no me tope con ella y conmigo mismo. Todo está tan estrictamente confabulado como para que yo tenga que contarlo todo sin perderme de aquel escenario en donde hube de sembrar por siempre parte de mi pasado.

 

Muy cerca, al otro lado, siento el calor de un intenso volcán humano. Estamos en la misma tierra. Somos dos alas de un mismo pájaro, pero hay quienes tienen la convicción de que la ave no está volando pareja con las dos alas. Algún cazador atravesó las latitudes, las embarcaciones antiguas y trajo consigo siglos de dolor, angustias en su lanza y nos hirió hasta impedirnos volar como gaviota hacia la libertad. Y por eso así nos quedamos sobre el mar, bocarriba entre el Caribe y el Atlántico, a merced del poderío que nos convirtió en pequeños mundos enfrentados, a veces, entre sí.

 

Por este lado del costado occidental de la isla, se encuentra un pueblo, una ciudad mixta construida por familias que se buscaron y se encontraron, como hermanos separados que se juntaron, una población de personas con piel de chocolate, de leche con café que oficializaron la frontera y que fijaron definitivamente las reglas que les impusieron y los otros tan morenos como la noche.

 

Hay dos versiones que dan cuenta sobre el origen del nombre de Jimaní. Una que lo clasifica como un nombre indígena y la otra que menciona al Conde de Ximaní, de origen francés, que habría tenido crianza de cerdos en el lugar, hasta quedarse definitivamente.

Los primeros habitantes de Jimaní fueron nacionales haitianos que formaron familias dominicanas y dieron origen a las primeras relaciones socioeconómicas con el país vecino, consistentes en el trueque de habichuelas y raspadura, que se hacia en Duvergé, para obtener telas, jabón y sombreros.


Jimaní, en sus inicios pertenecía a la sección de Neyba. Más tarde, para el año 1938, sube de rango y pasa a ser una sección de la común de La Descubierta. Es decir que la Descubierta, se fundó primero que aquella comunidad.

 

En la década del 40, el tirano Rafael L. Trujillo,  inició contra los nacionales haitianos la operación llamada Desalojo, operación que provocó la retirada en masa de la frontera de estas personas. Los militares enviados por el dictador ejecutaron violentamente a los haitianos que se resistían, incluyendo a las mujeres embarazadas, niños y ancianos. Muchos niños de aquel origen que lograron sobrevivir,  formaron familia más tarde en territorio dominicano.

Jimaní fue designada como capital de la Provincia Independencia, al crearse ésta en los años 50. La nueva demarcación quedó conformada por Jimaní, como común cabecera y por los municipios de Duvergé, La Descubierta y Postrer Río.

A su vez el municipio de Jimaní queda conformado por tres secciones, El Limón, Boca de Cachón y Arroyo Blanco; y por dos parajes, la Furnia y Ti! erra Nueva.

Al convertirse en capital de la provincia de Independencia, se construyeron algunos edificios para alojar las oficinas del Estado y algunos servicios, siendo los más importantes la Gobernación Provincial, el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia, la Cámara de Comercio, el Hospital de Área, la Fortaleza Militar, el edificio de Correos y Telecomunicaciones, la Colecturía de Rentas Internas y la Escuela Primaria.

La sección de El Limón, dista a unos 12 kms. de Jimaní. Se trata de una población situada entre montañas y lomas. Entre sus primeros pobladores se menciona a Juana Pascala, de origen español y a una cimarrona que escapó del yugo español, llamada Manzon, la cual optó por vivir en una cueva que todavía lleva su nombre. Después llegaron hasta allí familias del Cibao y del Seibo.

La sección de Boca de Cachón fue formada por personas de apellido Recio, que huían de Neiba y otras procedentes de Azua, que llegaban en busca de medios de vida.
La sección de Tierra Nueva,  se encuentra a unos 16 kms. de Jimaní y debe su nombre a que sus tierras eran muy fértiles y apropiadas para la agricultura. Sus primeros pobladores fueron haitianos. Y su primer morador dominicano fue Bruno Cuevas, que llegó desde Galván con su esposa Carlita Pineda y sus cuatro hijos.

El mercado principal de Tierra Nueva era la plaza de San Juan, en el cual se hacía comercio con Barahona y Neyba. Con Haití se hacían negocios pasando por Aduana y Migración. La economía de Tierra Nueva estuvo sustentada del 40 a la década del 70 en la tala de madera y quema de carbón, lo que afectó grandemente la capacidad de su tierra para el agro.

El fomento de la agricultura se produjo a partir de la década del 70, cuando se hicieron los asentamientos agrarios y se extrajo agua subterránea por medio de pozos, facilitándose así la cosecha de plátanos, guineos, habichuelas, maíz y sorgo.

A 6 kms. de Jimaní se encuentra el Lago Enriquillo, con una extensión de 30 kms. de ancho y 18 de largo, a una altitud de 40 mts. bajo el nivel del mar. En su interior se halla la isla Cabritos, nombre que tiene su origen en que una familia francesa venida por Haití trajo consigo una cantidad de cabras para la crianza en la isla. El Lago toma su nombre del primer libertador de América, pues a sus orillas fue donde Enriquillo estableció la paz con Barrionuevo.

La población cuenta con pocas fuentes de agua para consumo diario. La mayoría de ellas son salobres, por su cercanía con el Lago Enriquillo, pero son aprovechadas para la agricultura. El agua para consumo general n! ace en la loma llamada Soliette, en territorio haitiano y llega canalizada a la población gracias a los convenios suscritos entre el gobierno haitiano y el dominicano.

Este arroyo sufre crecidas periódicas, en especial cuando llueve en territorio haitiano lo que hace que el agua tome otro cauce o llegue muy sucia o embarrada hasta los sitios de abastecimiento del líquido.


Las fiestas patronales en esta zona fronteriza se celebran el 8 de septiembre, día de Nuestra Señora de los Remedios.

La frontera es invisible, pero todos saben que se encuentra allí entre las montañas y la desolación, entre las ganas de sobrevivir y los matices abruptos del color de la piel. Uno descubre que entre el creól y el castellano mal hablado, está el francés y el español, la espada, la sangre y muchos años de rebelión y guerra.

 

 

IV

***

 

                          Dándole la vuelta al lago uno presiente las huellas, percibe las caballerías sobre la arcilla, los caracoles, el yeso y la arena  y el azufre nos produce el sentimiento de los combates perdidos y ganados de los soldados dominicanos y haitianos.

 

Hemos llegado a Duvergé, buscábamos a las damas y las encontramos, pasamos lindos momentos con la gente de aquí. No fue difícil escudriñar, localizar los datos que necesitaba para mi trabajo. Las personas de allí me los suministraron sin ningún problema. Cuando no podían me remitían a las fuentes directas o sino a un reconocido historiador nativo de aquí, hijo de un ex_alto jefe militar que estuvo muy ligado a la época del protagonismo militar que siguió a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina.

 

Una información que busqué no olvidar fue la que daba cuenta de que los primeros pobladores de Las Damas fueron Doña María del Pulgar y Don Cristóbal Pérez,  quienes llegaron desde San Juan de la Maguana, a vivir a Bermesí, una común de Duvergé.

 

Quiénes eran ellos? Ellos fueron unos hateros españoles que, con algunos parientes y esclavos africanos, se decidieron por fundar aquel poblado al que, en principio llamaron “Las Damas”. Esto fue en 1772.  El nombre de Las Damas vino, al decir de algunos, por el hecho de que “los hombres que combatían por estos terrenos guardaban a sus mujeres en el sitio que es hoy Duvergé y que, cuando terminaban las contiendas guerreras, exclamaban: Vamos a ver a nuestras damas!”

Según datos obtenidos de los escritos de uno de los historiadores de la zona “la aldea de Las Damas pasó a formar parte de la común de Neyba, provincia de Azua de Compostela, departamento del Ozama, en 1858, por la Ley No.533.  Por el número creciente de sus habitantes y por su importancia agrícola, el Pr! esidente Ulises Francisco Espaillat firmó en fecha 17 de mayo de 1876 el  Decreto No. 1524, erigiendo a Las Damas en puesto cantonal.”

En otra parte de su narración el escritor afirma que  “ el 12 de septiembre de 1881 el poblado pasó a formar parte del distrito marítimo de Barahona, conjuntamente con Petit-Trou, hoy municipio de Enriquillo. El 22 de julio de 1891, por decreto No. 3057, el Vicepresidente de la República Wenceslao Figuereo en el gobierno de Ulises Hereaux (Lilís), instituyó el puesto cantonal de Las Damas en común, con el nombre de Duvergé, en honor al héroe de la guerra de independencia General Antonio Duvergé.”

”Por ley No. 229 del 18 de marzo de 1943, la común de Duvergé es segregada de la provincia Barahona, para pasar a formar parte de la nueva provincia de Bahoruco. Finalmente en el año 1949 se promulga la Ley No. 2107, mediante la cual la común de Duvergé pasa a formar parte de la provincia Independencia.”

Los habitantes de Duvergé tienen la costumbre de celebrar el 16 de julio de cada año sus fiestas patronales en honor a "Nuestra Señora del Carmen".

 

Seguir hacia Barahona, pasar por la esfinge del Indio Rebelde que se unió a los negros alzados de los manieles que buscaban liberarse de la esclavitud, es como soñar entre la sed, con  los camellos, el cactus y la guazábaras del viejo oeste de las antiguas películas.

 

Antes no era así. Hay quienes cuentan que por estos lugares crecieron frondosos árboles de ébano, caoba y laurel y que hubo extensas plantaciones, hasta que llegaron los hateros, los carboneros, hasta que se quiso sustituir las inmensas sombras por las siembras de ciclo corto. La economía entonces para aquellos tiempos, no tenía color, o más bien si lo tenía pero de uno solo,  toda vez que mucha de esta bonanza provenía de la pujante producción que reinaba en Haití, realidad que años después ellos mismos hubieron de cambiar por los desmontes y las tumbas hasta nuestros días.

 

La Colonia Mixta, Mella, Angostura, Cristóbal, Salinas, La Lista, fueron crecientes asentamientos nacidos de la necesidad de los transeúntes, viajeros y nómadas que siempre la huyeron al hambre y buscaron el trabajo para su sustento. El caserío se quedaba en el camino lo mismo que la historia de una nueva forma de vida en el suroeste.

 

En lo alto de la sierra del Bahoruco, las travesías, las posadas fueron diferentes en un aspecto:  los negros que se le rebelaban a los amos, los fugases haitianos, los nacionales que se encumbraban para hacer parir la tierra con que criar a sus hijos formaron los manieles, y creaban sus propias manifestaciones culturales y religiosas. El negro Lemba fue uno de los productos humanos de aquellos lugares en aquel tiempo.

 

Buscando aquellas huellas muchos nos acercamos a Cabral. Busqué la historia que registra a este pueblo como aquel rincón que estuvo siempre ligada a muchas de las pujantes ciudades del suroeste, entre las que se encuentran Barahona y Neyba.  El Rincón de Neyba fue muy conocido por ser precisamente ese punto clave para el único intercambio comercial de importancia que identificó al suroeste que hoy llamamos profundo.

 

La historia del municipio de Cabral se inició con la instalación de aquel modelo colonial que se instaló a partir de 1707, cuando llega desde Azua don Juan Feliz de Luna, un rico propietario de cortes de madera y de extensos hatos ganaderos, que decidió formar más tarde un hogar con la neybera Antonia Urbáez.

Don Feliz de Luna  se estableció en 1725 en un lugar denominado La Ferma, nombre que significa "parte alta" y en donde se inició la construcción de las primeras viviendas. Hay vestigios, todavía, de aquella instauración.

Cuentan algunos historiadores que la antigua población de Cabral estaba enclavada entre la Laguna y el Yaque del Sur, rodeada de varios manantiales. Por ello el municipio fue denominado durante largo tiempo El Rincón de Neyba, siendo Neyba la población que tenía categoría de común.

 

”Debido a las grandes luchas políticas que se suscitaron en el lugar, junto a la fogosidad de los rinconeros que allí se apertrecharon para hacer frente al enemigo, el poblado se llamó también Rincón de Ají. Las luchas habían de continuar al enfrentarse los generales José María Cabral y el sureño Buenaventura Báez, interesado este último en anexar la isla a la Madre Patria, España. José María Cabral lo combatió valientemente, obteniendo finalmente la victoria”.

Se ha escrito que el laureado Rincón de Ají, escenario y cantón de estas luchas republicanas, tomó oficialmente como producto de este proceso histórico, el nombre de municipio de Cabral en 1900, por decreto del entonces Presidente Horacio Vásquez.

”El municipio de Cabral incluye los Distritos Municipales de Polo y Las Salinas. Polo se encuentra ubicado en zona montañosa elevada, con un relieve accidentado y donde existe una variada vegetación. Su acogedor clima es considerado como uno de los mejores del país. Su variada vegetación ha dado al paisaje un matiz lleno de calor, con el cultivo de flores y de múltiples productos agrícolas y ganaderos. La mayor producción se obtiene de las plantaciones de café”

Las Salinas es una zona del suroeste de poca vegetación debido a la existencia de Las Minas de Sal y Yeso, situadas en una llanura rodeada de montañas. Su clima es cálido, su tierra fértil y su pluviometría es limitada.

La religión constituye una de las principales vivencias del municipio. Abarca numerosos ritos con gran poder de imaginación, así como variadas manifestaciones tradicionales, como las fiestas patronales en honor a la Virgen de Los Remed! ios, patrona de Cabral; a la Virgen de El Amparo en Polo; y a los Apóstoles San Pedro y San Pablo en Salinas. Anteriormente estos ritos se dedicaban en particular a San Andrés, considerado Rey de los Pescadores.

Es costumbre tradicional en el municipio celebrar durante la Semana Santa, juegos populares como la corrida de cinta y la celebración de la pintoresca y tradicionales Cachúas, que conforman un hermoso desfile de carnaval, el cual presenta lo más típico de los pueblos del municipio.

Esta tradición se ha constituido en el aspecto que más ha llamado la atención y curiosidad de sociólogos, antropólogos y psicólogos, no sólo nacional sino también extranjeros y ha motivado diversos estudios.

Algunos de los personajes destacados del municipio son Eladia Jiménez, primera maestra de Cabral; Ireno Carlita, Belisario Pérez, Generoso Feliz Nona y Andrés Góngoro Feliz, típicos arreglistas de bailes populares e inspiradores de la mangulina y él carabiné; Ramó! n Suárez, inmigrante puertorriqueño que constituyó su familia en esta comunidad, distinguiéndose en la confección de caretas de papel y cartón para la fiesta de carnaval y en la introducción de los primeros trapiches de moler cañas; y el célebre personaje comúnmente denominado "Cola Blanca", quien destacó en la confección de los foetes (látigos) de carnaval.

En el distrito municipal de Las Salinas son dignos de mención Lemba, esclavo desertor de la encomienda de San Juan, quien se ocultó en los bosques cercanos a las minas de sal y yeso y libró una batalla con sus perseguidores. El nombre de este negro rebelde quedó perpetuado en el Río Lemba y Lozier Batista, General, quien procreó una numerosa familia y desempeñó en tres ocasiones el puesto de Comandante de Armas, en su honor puso el nombre una calle de Las Salinas.

V

***

                       Cuando descanso y cierro los ojos,  siento las palpitaciones aceleradas de aquel suroeste que parece tener piel de “semana santa”. Su coraza de rinoceronte cae fláccidamente sobre las elevaciones montañosas que atraviesan su cuerpo, dándoles formas, desde lejos,  como de figuras de cartón. Por mi interior recorren las imágenes no pincelada! s de los paisajes adversos que puedo recordar. Los cafetales, los cañaverales, los salados, las grandes extensiones de cactus, la larga y solitaria carretera que bordea el lago.

 

 La excepción  es Pedernales. Ir a Pedernales es profundizar, es descubrir las entrañas del suroeste virgen con escenas inolvidables que nos llevan hasta la frontera con las manos cargadas de cosas por contar. “Allí no hay radares ni banderas que detecten cuanto cueste el silencio, el dolor o la soledad que se disemina sobre la arcilla, ni las minas. No hay manera de descubrir cuando cantan, ni rezan los pescadores que se levantan temprano, sin poder palpar los ritos de las costas que quedan en él” –dijo alguien.

 

Los primeros en llegar a Pedernales lo hicieron desde las cercanas poblaciones de Duvergé, Enriquillo y Oviedo. Antes de entrar a la tiranía de Trujillo, en 1927, durante el gobierno de Horacio Vásquez, el área fue declarada colonia y de inmediato pasó a formar parte del plan de colonización de la frontera, como una forma de contener lo que en ese tiempo se denominó la invasión pacífica de los vecinos de Haití.

”El primer administrador de la colonia de Pedernales lo fue el escritor e historiador Sócrates Nolasco, quien, en la labor de selección de las primeras 48 familias que formaron el núcleo original, contó con la colaboración de Genaro Pérez, nativo de Duvergé”

Se cuenta que para aquellos días el gobierno subsidió a cada uno de los emigrantes para que se instalaran en el lugar, como una manera de incentivarlos a mudarse y que se queden, con 20 centavos a cada uno de los padres y con 10 centavos diarios a ! cada uno de sus hijos.

Fue en 1937, cuando comenzó a construirse la carretera Oviedo - Pedernales, con la participación de 500 hombres divididos en brigadas de 10.

 

Por resolución del Ayuntamiento de Enriquillo, Pedernales es elevado a distrito municipal en 1938 y en, en ese mismo año se construyen varios edificios públicos, como el Juzgado de Paz y la Oficina de Correos.

”En 1947 Pedernales se convierte en municipio. A partir de la instalación de la Alcoa Exploration Company, en 1945, comienza la afluencia de inmigrantes provenientes de diferentes puntos del país, en busca de trabajo”

 

Pedernales a partir entonces,   crece como población atendiendo a las circunstancias y necesidades históricas que les tocaron vivir. Primero, con los inmigrantes de la Alcoa Exploratión, segundo con la cantidad de prisioneros militares y de delincuentes y otros fugitivos que huían de algún tipo de persecución y tercero, tenemos que, Rafael Leonidas Trujillo, en su afán de dominicanizar la frontera y con el propósito declaradamente racista de "refinar la raza", trajo al lugar también  a campesinos del Cibao y asentó en él a familias japonesas (1950), a raíz de la terminación de la Segunda Guerra Mundial.

”El 1ro. de abril de 1958 Pedernales se constituye en provincia junto al municipio de Oviedo, quedando Pedernales como común cabecera, ya desligada políticamente de la provincia de Barahona a la cual pertenecía”


Como sucedía siempre con los lugares o demarcaciones que cambiaban de categoría, a Pedernales, ya como municipio le correspondió la inauguración del Hospital Dr. Elio Fiallo y los edificios de Justicia, Agricultura y otras entidades.

 

En 1966 el huracán Inés destruyó gran parte de la ciudad, hecho que provocó como emergencia, su reconstrucción, de ahí fue que vino la construcción del Barrio Inés   para alojar a los damnificados del fenómeno natural.

A Pedernales  pertenece la isla Beata que es la segunda en extensión territorial en el país, después de la Saona. La islita  fue descubierta por el Almirante Don Cristóbal Colón quién la bautizó con el nombre que lleva.

”Esa islita no tiene moradores. Tiene una superficie de 27 kilómetros cuadrados, nueve de largo por seis de ancho. La isla está situada al sur del territorio dominicano, a una distancia de 32 millas de Pedernales y a 70 de Barahona”.

En ella abundan las plantas medicinales, como la manzanilla, copey, uvilla, palo amargo, álamo blanco, ca! nelilla, quina criolla, jobobán, higo cimarrón, cerezo y alelí.

En sus tierras arenosas, calizas y pantanosas, se producía una gran cantidad de árboles preciosos, que fueron arrasados por intrusos que acudían al pequeño islote en épocas pasadas.

A siete millas de la isla Beata se encuentra la isla de Alto Velo, la más pequeña con que cuenta el país. Trece millas la separan de Barahona.

Originalmente fue rica en guano y murcielaguina. El nombre de Alto Velo le proviene porque en las noches de luna se asemeja a un fantasma, como aseguran las leyendas de los viejos buques marineros.

La pequeña isla fue descubierta también por el Almirante genovés, Cristóbal Colón, quien le puso el nombre durante su segundo viaje.

Alto Velo tiene una historia llena de alternativas, ya que originalmente fue poblada por los haitianos a partir del siglo XVI. Luego en el año 1854, fueron sacados los haitianos por un grupo de aventureros americanos, quienes querían ese territorio para extraer todo el guano que allí se producía, fracasando en su intento.


 

OVIEDO

 

La población de Oviedo, o Trujin, como se llamaba al principio, fue fundada por pobladores haitianos entre los años 1840 y 1860. El año 1860 llegan al lugar los Mota, quienes se dedicaban al corte de madera. Luego, mas tarde,  llegan otros pobladores desde Duvergé, con animales que trajeron para la crianza y para labrar la tierra. Para entonces Oviedo era sólo una sección de Enriquillo.  Es en 1957 cuando esta adquiere el grado de municipio, quedando de paso incorporado a la Provincia Pedernales.

Oviedo forma parte del patrimonio cultural del Municipio el Parque Nacional Jaragua, creado mediante decreto el 11 de agosto de 1983. Esta zona cuenta con “una amplia gama de ecosistemas que van desde los fondos marinos hasta grandes extensiones de bosques, sometidas a condiciones rigurosas; la extensa laguna de Oviedo, de agua salada y ! gran productora de sal y especies marinas; las fuentes subterráneas y las cavernas en forma de cabañas, en donde se observan multitud de gráficos indígenas”

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PARAÍSO

 

Esta población fue al principio una villa fundada  a orillas del río Nizaíto por la familia Medina Paradí. Su clima es tropical, altamente lluvioso. Gran parte de su suelo, sobretodo el de la parte alta, es muy productivo.  Tiene varios ríos y manantiales.  Sus principales ríos son Nizaíto y el Riosito, que bajan de las montañas hasta desembocar en el Mar Caribe.

Según consta en la historia escrita  esta ” localidad nació con el popular nombre de Paradí a finales de la década de 1840. Sus fundadores fueron un español llamado Juan Paradí del Toro y una neybera llamada María Medina, junto a otras personas que inmigraron también hacia el lugar.

 

El poblado fue levantado frente al Mar Caribe, en la parte sur, cerca de la desembocadura del Río Nizaíto, lugar en donde aun se encuentra.

Se cuenta además que “durante la vigencia del Tratado de Basilea y mucho antes de que llegaran los primeros pobladores, un marqués francés, desde un buque situado en alta mar, observó esta zona y recibió una impresión tan grande a la vista de sus montañas y su foresta, que exclamó: "Lo que mis ojos han visto parece ser un Paraíso”. Antes del nacimiento de Paradí, la zona pertenecía a Petitrú, hoy Enriquillo”

“Paraíso cuenta con algunas playas con muy buenas perspectivas para el turismo, como son la de Los Platos, la de San Rafael y la propia playa de Paraíso, las cuales cuentan todas con agua dulce, ya que en ellas desembocan los ríos de esos mismos nombres”

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ENRIQUILLO

 

Las versiones más frecuentes señalan que Enriquillo y su zona circundante fueron habitados desde finales del Siglo XVII. Se dice que los primeros moradores de esta tierra, después de los aborígenes, fueron los negros cimarrones. En la segunda década del siglo XVIII ya existía un rancherío conocido con el nombre de Petitrou (hoyo pequeño) El pequeño poblado estaba ubicado en las riberas del río Sito, donde se sitúa hoy la parte baja de Enriquillo.

El nacimiento formal de Petitrou data del año 1801, fecha en que el General Toussaint Louverture ordenó su fundación, como demostración de su interés en afianzar su dominio sobre la parte oriental de la isla. Todo evidencia que el origen de este pueblo estuvo estrechamente ligado a los haitianos, pues hasta el nombre original del pueblo aparece en creol. Además varios lugares del municipio tienen nombres de idéntico origen, como: Fransoa, Petit Cabo, Chene y Musundí.
En 1845 Petitrou fue designado Puesto Militar de la común (municipio) de Neyba, luego fue elevado a Sección y en 1881 a Puesto Cantonal, formando parte de la común de Barahona. El 20 de marzo de 1884 los habitantes del lugar enviaron una comunicación al Congreso Nacional solicitando su elevación a categoría de Común. El día 1ro. de abril de 1884, mediante Decreto No. 2205, se le concedió la categoría de Común (municipio)

Desde ese momento se le cambió el nombre de Petitrou por Enriquillo, para honrar la memoria del cacique que encabezó la primera rebelión contra la Colonia y por la libertad de América, acontecimiento que había ocurrido en la Sierra de Bahoruco, que se extiende por el territorio del municipio.

Al elevar el pueblo a la categoría de municipio sus territorios ocupaban todo el extremo sur de la península de Barahona, desde la frontera con Haití hasta las proximidades de la sección de la Ciénaga, formando parte del mismo los poblados de Trujin, Pede! rnales y Paraíso. Estos dos últimos fueron convertidos luego en provincia y municipio, respectivamente, con lo que se les separaba del territorio de Enriquillo.

La carretera Barahona - Enriquillo se comenzó a construir a pico y pala en 1919, durante la ocupación militar norteamericana y no finalizó sino hasta 1935. Durante la Era de Trujillo se construyeron los primeros edificios públicos. En la década de los 40 se instaló la primera planta eléctrica y en 1977 llegaron las redes de la CDE. En 1960 se construyó el acueducto para suministrar agua potable al pueblo, con las aguas del río La Chorrera.

VICENTE NOBLE


La Comunidad de Vicente Noble fue fundada por dos familias llegadas de Azua de Compostela, la familia González y la familia Espejo. Por mucho tiempo este poblado fue denominado El Hato. Nacimientos e inmigraciones dieron nueva vida al lugar, que fue creciendo y adquiriendo categoría social por lo que se elevó a sección con el nombre de El Alpargatal.


Al comienzo del año 1900 El Alpargatal se dividía en tres Hatos: Hato Abajo, Hato Medio y Hato Arriba. Las viviendas de los moradores se llamaban fundos y algunos caciques tenían dos y tres mujeres, en diferentes fundos. Los fundos o familias de esta época eran 126. Todavía se conservan sus nombres.

La sección de El Alpargatal fue elevada a Distrito Municipal mediante Ley 229 del 10 de marzo de 1943, con el nombre actual de Vicente Noble. Trujillo dictó el Decreto "conmemorando las hazañas del General Vicente Noble, destacado en las batallas del 19 de Marzo en Azua, contra los haitianos". (Gaceta Oficial No. 5890).

El primer encargado del Distrito Municipal, Jesús de J. Artuna, fue designado por el Ayuntamiento de Barahona; era de nacionalidad venezolana y estaba radicado desde hacía años en El Alpargatal, poseía una industria de harina de plátano ubicada donde hoy están el Ayuntamiento y el Club de Madres.
También existió un ingenio (trapiche) que producía raspadura y melaza, el cual perteneció a los hermanos Manuel y Eduardo González. En El Alpargatal se construyó el primer canal de riego de la región, mucho antes que los del ingenio Barahona. Ese canal fue construído en la parte norte del poblado por un grupo de 44 campesinos encabezados por el señor Emogenio Espejo, descendiente de los fundaderos y a quien llamaron el loco, pues no creían en la posibilidad de sacar agua mediante ese sistema. Cuando fue una realidad, en reconocimiento a este valioso aporte para la producción, en el año 1966 fue dado el nombre de Emogenio Espejo a una de las calles de la población.

El 10 de marzo de 1978,  mediante Ley No. 916,  el Distrito Municipal de El Alpargatar fue elevado a Municipio.

El 24 de junio, día de San Juan Bautista, patrón del lugar, comienzan las fiestas patronales. S! e le dedica toda una semana y se celebran diferentes actos: Elección de la Reina de las Fiestas, charlas, conciertos, desfiles, carreras de burros adornados y cultos religiosos. La celebración de las fiestas patronales del municipio se deben a la creatividad e iniciativa del Señor José del Carmen Dotel.

Entre sus atractivos naturales se encuentra La Zurza, un manantial de agua sulfurosa, que está en el camino que conduce a Canoa, a 2.5 kms. de la comunidad. El agua de la Zurza es caliente y se cree que tiene gran poder curativo en enfermedades de la piel. Cerca de ella, a sólo 300 metros, existe otro balneario con las mismas características.

El río Yaque del Sur bordea por el oeste, de norte a sur, el pueblo de Vicente Noble y le sirve de límite con Tamayo. Es visitado con frecuencia por bañistas de toda la región, de manera especial en Semana Santa. La parte llamada la Cueva del Morón es muy solicitada por los turistas.

La Cueva de los Indios está dista! nte a unos 600 metros del pueblo, en dirección a Canoa, en la zona denominada Punta de Loma. Se cree que en ella vivieron aborígenes de la isla, que combatieron junto al primer guerrillero de América, Enriquillo.

Entre los personajes importantes descuellan Benjamín Féliz, quien inició los trabajos de las calles del municipio y los caminos vecinales para facilitar el acarreo agrícola y Emorgenio Espejo, también fallecido, quien junto a 44 campesinos dirigió los trabajos de construcción de la primera rigola del municipio llamada La Curiosa. Dos calles del municipio llevan sus nombres. Finalmente destaca José Labour, entre cuyas obras se encuentran "Sana, Sana, Culito de Rana", "Trujillo" y "Seguiré a Caballo".

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Recuerdo que cuando ella se decidió por estar definitivamente acompañada  hasta que la muerte la separe, algo se me clavó en las sienes como reclamándome que la estaba amando más de la cuenta. Por primera vez sentí que algo poco común se me desprendía  dejándome como un salvaje despojado. Era como una sensación de vacío y dolor que hubo de perdurarme por siempre desde que la vi de lejos, vestida de blanco antes de la mitad de un año que ahora no recuerdo.

 

Admito que la culpa la tuve yo cuando la busqué equivocadamente en alguien que pudiera parecérsele y cuando irremediablemente sin buscarla la daba por perdida para siempre. Yo nunca le dije nada, ni nunca hice algo para que por lo menos notara las evidencias de este sentimiento que cargaba conmigo. Por eso acepto ahora que la venero sin odiarla. Por eso acepto ahora que la amo y que por eso debo guardarla en mi silencio sin culparla de su decisión de no seguir sola.

 

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