LOS JUEGOS DE FEDRO

Autor: Alejandro Heredia López

I

Salió de la casa de Carlos una mañana gélida, sin perturbación, sin trastorno alcohólico; mas en cambio lleno de la delicia del insomnio, que despierta tensiones y pulsaciones, usurpador del innecesario sueño. Deslizándose por la calleja, tras el retumbo de cada paso, atisba el panorama de la ciudad con las lagañas en sus párpados. Es posible oírle decir todo o parte de sus pensamientos:

Tan grande allá, tan pequeña acá; tan inaprehendible allá, tan aprendible acá; todo inevitablemente vacío. Abarcándola por el pulgar y el índice, transportándola con fútiles ademanes...Urbe que segmentas y bifurcas en una simple palabra: sociedad...

-¡Chingado!, estos pinches camiones y sus travesías inviternas y eso que van de bajada... Siempre tiene uno que esperar treinta minutos para que pase el camión. Oiga, hace cuánto tiene esperando-

 Arrebujada en su rebozo la señorita de rasgos aborígenes contestó; -Uy... ya va para un buen tiempito joven.

 Al hacer un gesto de desagrado, logró ver el colectivo con su marcha dominguera y sus luces encendidas. Alcanzando a encontrar la cantidad justa para su pasaje; los dos le hicieron la parada.

Acomodóse en uno de sus asientos predilectos, dejando caer la cabeza en la ventanilla, percibió el zumbido y el tapón en los oídos. Cuando recordó bostezar, el centro se aproximaba y prefirió bajarse cuadras antes para poder caminar un poco. Rutina del séptimo día; llegar “temprano” a  casa, prepararse un café, encender la radio para enterarse de las últimas mentiras.

Desde el comedorcito divisó la luz que colmaba la ventana, desganadamente camino hacia ella y miró. Cierta manía de observar a los transeúntes en sus variadas actitudes y apuros. Tan insignificantes en sí mismos, con un trabajo y una vida destinadas al infortunio. Él, un voyeurista, sin tema personal al cual poder amar/penetrar en esa mezcla de muerte que es la pareja. Eso lo sabía por aquello dicho por Sabines:

Yo no lo sé de cierto, pero supongo

que una mujer y un hombre

algún día se quieren,

se van quedando solos poco a poco,

algo en su corazón les dice que están solos,

solos sobre la tierra se penetran,

se van matando el uno al otro.

 

Sin embargo, el más profundo anhelo de José era el poder disfrutar de los placeres del amor intenso y completo, platonismo del sigloveinte, enraizado en el desconsuelo. Oteaba cada persona, mujer, hombre, niño, viejecita que pasaba por la otra acera, observando sus movimientos por pequeños que fuesen. En algún momento al sentirse sorprendido por sus contemplados, se doblaba ágilmente con el deleite de los escondidos/descubiertos espías.

Tocaron a la puerta; nueve de la mañana en Domingo, qué ocurrencias, -ah, ah... ¿quién?- respondió exhausto, -¡San Bartolomé!- contestaron del otro lado, - ¿y sus cuántos mártires mamón? - ¡Los que quieras pendejo! Y llegó Juan...

 

II

Entre los bostezos de ambos, el presagio de la importancia de algo, gravitaba, inaudible; con sólo el ineludible guiño de Juan. Esos interludios siempre daban aviso, cuanto menos, a una discusión sin pena ni gloria; pero con todo el mérito de una conversación entre amigos. Exhausto por el mutismo, Juan dijo:

- Pues, ¿Qué onda, siempre cuándo nos reventamos a unas buenas gordas?

- Mira miserable, no dés muestras de tus urgencias, así lo único que conseguirás es fff ... (haciendo la acción de abanicar en el béisbol)

- Bueno, baste recordar; quien no busca no encuentra...

- Y en ocasiones, cuando se busca denodadamente, subyace la frustración.

- Válgame la chingada, ese sentimiento claudicante, forjador de gruñones y de seres interrumpidos. Si la juventud (acercándose a José), creo que alguien te lo habrá dicho, es el momento de poder derrochar el ímpetu travieso del macho... Neta, esas mamadas; acá, acá (tironeándo la cabeza de José hacia su sexo).

- Mira, independientemente de tus pequeñas impertinencias, los días no están para someternos a una ardua quemazón. Deseo mejor pacer sobrio bajo la luz de la luna...

- ¿ Para conservarte óptimo para tu ascensión a filósofo –onanista – trascendental  o mejor dicho manuelero empedernido? ¡Qué mejor forma de desempeñar la tira del asceta piadoso!

- No pendejo, para no involucrarme en cuestiones que afecten mis sentidos y mi fuero interno...

- Bueno tienes parte de razón. Uno solo puede contener los embates de la cerrazón, pero junto a otra persona la cuestión es repartida y puede haber más eficacia, acuérdate dos cabezas... Aunque en ocasiones, esa función sacrifique el fuero interno de cada cual.

- Aparentemente la felicidad consistiría en ese compartir, pero es tortuoso...

- Bien dejémonos de pendejadas, tu tienes miedo de llevar una relación con alguien y eso es todo...

- Quizá sea el miedo, pero es también la sensación penosa de entregarse a alguien... y el saber que no es muy permanente...

-¿ Sabes qué ? . ya me cansaste con esto, mejor háblame de la puta madre...

 

III

 

Proceso/alivio, recorrer las calles del centro. Miran atentos las siluetas del asfalto, los cortes en las líneas de las baldosas, ( proud mary de ambiente) la longitud de la calle...

 Dominical atardecer en medio de las luces del farol. José y Juan, elucubrando sus sensaciones. Frente a los dos, la luz ámbar de una torre los embelesa.

Juan dice, - torre alzada de luces ámbar, con la decisión propia de la divinidad que nos hace una mueca de dolor y de placer...

Y José abunda; - y sepa Abraxas si el dolor es un tanto parte, de  su agrado de sentirlo y de infringirlo.

- O quizás; sea también, que alrededor de él, las penurias humanas sean acompañantes de su infinito misterio...

- Y ése misterio, que como una furcia barata, nos espera con  la libido desgastada y la disposición a cualquier precio...

- Y la satisfacción de saciar el apetito depredador, del pasivo que desprecia sus denuedos...

 

 IV

Un día, de cualesquiera otros en la vida de José. Distinto entre comillas, por ser de los jueves que se junta con Juan en el café. Inevitable, el preludio: preparar su vestimenta para la consabida tertulia, extender la ropa en su cama, desnudarse fuera del baño, introducirse en el pequeño habitáculo/regadera y dar giros al grifo. Involucrarse en el diálogo entre los chorros de agua y su cuerpo, sensación de que pequeñas agujas se impactan en su piel, ahuyentar las caricias y enjabonar su pelo, tallando su cuerpo con el jabón mariposa/ladrillo, enjuagando cada antro y plañidez de su pellejo.

Da vuelta a la derecha el grifo. Se adelanta para coger la toalla encubridora, envolviéndola rápidamente en su cadera. Poniéndose el desodorante alcanza la trusa, la camiseta. Calza sus calcetines, métese el pantalón y la playera, gesticula quién sabe qué, sonriendo amargamente. ¿Y los zapatos? , pues inexplicablemente están bajo sus pies.

En un pequeño paso, el comedorcito atiborrado de vasijas sucias requiere orden. Recopila vasos y platos, limpia la mesa, y los aglutina en el fregadero. Dándole un vistazo de aprobación a su vivienda; sale y cierra la puerta.

 V

 Para esto, Juan con sus buenas horas de lectura cafeinizada, se percata del arribo de José; cierra el libro y su rostro compulsivamente alegre responde al saludo del comensal que llega. Por inercia, la mesera sirve el café que le corresponde a José; y Juan encendiendo un cigarro, suelta uno de sus desenfrenados parloteos:

- No cabe duda, esta ciudad una mierda bien cagada... Nada más fíjate los artilugios de los poderosos, las dobles caras de la gente común, los terribles contrastes y el vacío. Ah, ah.... pero eso sí, los procesos históricos y el hambre me dan la razón...

(Poniéndole azúcar a su café) - óyete puñetón, las cosas no están para lanzar la espada... Independientemente de eso, derrochar frases estridentes es tu máximo orgullo y, algo te anda jodiendo. A ver, qué le molesta a la petite

- Bueno, lo que te puedo asegurar es que no traigo problemas con el visitante, más bien es el lío que cada mañana se mueve entre mi mientes. Es como cuando te das por enterado, de que la vida dentro del sueño vale más la pena, que la de los que programan su despetador...

Apoyando la mandíbula en su mano, José ensueña, - Sí, quizás, y se valdrían tantas cosas bellas y monstruosas.  Imagínate: muere alguien en un sueño, cae en un abismo o por el contrario se instala en alguna Sodoma o Tijuana hiper-sensual , (vertiendo la crema en el café) y en el cambio de sueño estaría en medio de un jolgorio confundiendo a Chano con Juana...

- O.K... el punto es la inhibición de una crítica generalizada, algo que nos administre un punto de apoyo. Observa a alguien de los que aquí nos rodea, vienen rumiando y huyendo de algo, todos con una sonrisa que previene la lágrima. Y en su mayoría anteponen la barrera de sus múltiples compromisos y necesidades, para cortarse la posibilidad de salir del capullo

- Pero a ver, si no existe ese punto, ¿será el “Y”,  o la p, o el conjunto vacío?  Neta, sólo andas pululando perdiéndote en los otros, qué me dices de ti.

- Nada más que al ver el futuro inminente, me lleno de preguntas anestésicas... Al decir eso, Juan abre inusualmente sus ojos.

- Ay, qué palabrita tan mamona. Y... pues sí... creo que llega un momento de saturación, asfixiante, pero uno puede seguir a pesar de las desdichas temporales... En ocasiones, trato de rebasar los inconvenientes por la vía de ubicarlos en el tiempo. Si se presenta una situación culera, piensa en lo que dentro de tres días o unas cuantas semanas será para ti.

- No pues sí, si mi abuelita fuera bicicleta... pero el caso de administrarlo es el chiste. Y si le quitamos un poquito aquí y otro allá, y si ese tantito se vuelve muchito... Mira no se qué decirte, pero me parece imposible.

Y José desarrolla, - bueno, la otra salida sería relativizarlo a un hecho más de esta vida que nos toca existir... El ser en sí, vélo, lo tenemos, somos cada uno de nosotros... El ser para sí, es la tarea, la parte incipiente no conocida.

- Si tanta es vuesa certeza, y si la fortuna esta tan al alcance, yo te dedico una pequeña mentada de madre...- Arremete Juan.

- Jajajajajajaja, si el alma del que profiere esa maledicencia, esta tan perturbada para no hilar el verde con el verde, es pertinente mandarla a la mierda...

- ¡Uy, qué drástico! (junto a la mesa en que están sentados, llega una chica atractiva), el tiempo y sus sortilegios. Transcurre lento como serpiente y como el viento se pierde. Quizás entre más viejo es uno, más se aprende de él.

(Asaltándole una inquietud por la muchacha, fija sus ojos en su rostro, crea en su mente la escena de bordear con los dedos las comisuras de sus labios, de inventar un edén donde juntos puedan restablecer una zona neutral entre la lucha de los sexos) - Pues sí... Mmmmmmmm... Oye y mañana qué pedo; vas a la escuela, a la cafeta o a dónde...

(Juan voltea hacia su costado derecho, se da cuenta de la fantasmal presencia de la muchacha de la otra mesa) - Ah, ah, ah... O.K. Me doy cuenta que mi presencia te causa perjuicio ante la fémina de al lado...

- Eso es darte una importancia que no tienes, pero neta que no me perturbas de ningún modo. Lo que pasa es que llegó, y me ha dado una gratísima impresión. 

- Neta; página en blanco, me das mucha hueva con eso de andar ilusionándote de forma tan simplona y torpe. No decías hace tiempo que el amor no es más que una hermosa estupidez.

- Hay veces, que uno puede decir muchas tonterías sin pensarlas antes, no agraviando a lo presente. Pero se da el caso, de que durante días, ansíe uno el toparse con unos ojos como los que en este instante estoy viendo y arrancar de una vez la telaraña del fastidio.

- Pues que con su pan... – dice Juan, (recogiendo los libros y disponiéndose a irse) nos vemos en la escuela y te lo lavas y enjuagas hasta que quede...

- ¿Reluciente?

- ¡Qué predecible eres!

- Pendejo... Nos vemos, buey... (Chocando en un saludo sus manos)

En medio del bullicio, y de la espesa humareda del cigarrillo de los comensales, José finge prestar atención a un libro y con miradas furtivas retrata a la razón de su permanencia.

Cada quien en su callado misterio, uno espiando otro mirando/volteando, uno suspirando otro anhelando, uno dibujando otro esperando. Mientras se le sirve su siguiente tanda de café, José mantiene la mirada en la mujer. Podría abordarla de mil formas. Imposibles para su timidez vergonzante. Podría presentarse diciéndole un te amo. O por qué no, preguntándole, si se han conocido en algún otro momento. O también; hacerse el que la conoce y eufórico, saludarla de beso y todo. Lo cierto, es que los dos esperan, y esa espera es lo terrible.

Llega un momento de máxima tensión en los dos, o quizá solamente esa crispación provenga de él. Agarra una pluma y juega con ella, la acerca al mantel y garabatea nerviosamente su firma. Siente el incontrolable temblor, el gruñido de sus tripas o la tentativa de un viento trasero. Vuelve a mirarla, imagina cuántas letras componen su nombre, y en ese momento... llega él.

 VI

Cierra la puerta, se tiende desfallecido en su cama, desvistiéndose para apenas quedar en calzoncillos. Entre la penumbra que refleja la luz del alumbrado público, circunspecto, busca su sexo. Siempre al menor tanteo asciende con su deseo insatisfecho. Necesita de motivos, y para eso con sólo encender el televisor los puede encontrar, pero es más meritorio hacer una búsqueda rápida, y crear un ambiente propicio e inventar una historia. Y esa historia es como las anteriores y terminará igual...

En medio de su ascenso, disuelve un poco de ternura en los besos, en las caricias. Susurra un te quiero, cuando los ¿dos?; bueno él, alcanza el cenit. Recupera el aliento y limpia sus fluidos. De inmediato, piensa y desea...

 

Morir es retirarse, hacerse a un lado,

ocultarse un momento, estarse quieto,

pasar el aire de una orilla a nado

y estar en todas partes en secreto.

 

Morir es olvidar, ser olvidado,

refugiarse desnudo en el discreto

calor de Dios, y en su cerrado

puño, crecer igual que un feto.

 

Morir es encenderse bocabajo

hacia el humo y el hueso y la caliza

y hacerse tierra y tierra con trabajo.

 

Apagarse es morir, lento y aprisa,

tomar la eternidad como a destajo

y repartir el alma en la ceniza.Î

 

VII

 

Quién sabe qué le despertó, lo único que supo hacer fue vestirse De dónde vendrá este sentimiento de alma en pena: pocas veces y caminar un poco por las calles del concurrido centro. Avenida manifiesto de forma completa. Siempre insinuado, siempre entre una Juárez entre cualquier otra calle, la pachanga diaria; el camión  pequeña sonrisa, como una pequeña molestia o picazón en el ano, humeante, el ruido de el sinnúmero de muebles, la gente con esa un retorcijón que previene la diarrea. Los lugares comunes, el caos parsimonia del marchante semanal. Muchas caras se atraviesan, se renueva día a día, la gente que se multiplica en los impensables muchas vergüenzas en cada rostro. Ademanes que sirven de antros reunida, salvajemente todos reclamando su espacio, su vida, su termómetro. El olor de las gorditas de dulce, el churrito relleno y el esperanza. Yo en medio, dentro o en la periferia; disque sufriendo, elote desgranado de la basílica. Los hombres y mujeres sin nombre, pensando,  actuando. Muchas veces cuando pienso el acabar de una habitantes de cualquier muro/banqueta, demuestran un mucho de lo  vez por todas, cuando el tumulto citadino me invita a la náusea; veo que es necesario para seguir conviviendo en piélagos como el nuestro. un poco al cielo y hago un voto de fe hacia la vida. Sus viandas, ropas, zapatos; muestra incontestable del reciclaje existencial. Agitado el paso de los hombres/objeto, tronándose los dedos, con la mirada fija en las nalgas de una mujer o en algún carroúltimodelo.

   

Î Fragmento de La muerte del Mayor Sabines

Volver a Página e Cuentos

 

La página se nutre del intercambio, de la comunicación, del discenso. Envianos tus textos o tu opinión sobre los textos publicados. 

El mail: elastillero@argentina.com.ar

Aviso: Todos los textos aquí incluidos están protegidos por las vigentes leyes del Código de Derecho de Autor y no podrán ser reproducidas total o parcialmente sin la expresa autorización de sus autores.

Diseño y Realización: Ciagara.                                                                 Buenos Aires - Argentina