Para gentes de dos... tres.

Autor: Daniel Montoly


El caos se envasija en carnes ruidosas
ávidas por vivir sueñan en número;
la posibilidad fraccionan en espera
de cambiar el destino de vejez que
arrastran en los tenis.

¡Pobres gentes! Lloran hollín de carros
por las noches cuando duermen,
no economizan un segundo de amor
para rasparse las dolorosas escamas
adheridas por funciones.

Agenda poblada de trozos de segundo;
caen como ansiosos témpanos en su día,
¡Pobres gente automática!,
En instantáneos de papas,
en máquinas de chatarras consumen sus
ajetreados intestinos con engaños de comer.

¡Pobre gente automática!,
le tenderé una mano de marca reconocida,
un puente progreso carente de esterilidad,
cuando hayan despertados,
sabránlo que ahora desconocen.

 

A votación

Autor: Daniel Montoly


Con el silencio pueden hacerse muchas cosas
por ejemplo acumularlo hasta tener un cómplice
o por el contrario hacer una ensalada césar
contramotines de ruidos.

Y con el hambre ¿qué haremos? Me pregunto
porque abunda en toda parte de forma silvestre
que tal si la enrolláramosa a modo de canutos
de marihuana; fumaríamos en plazas progresistas.

Ya sé... vendrán los del orden camisas morales,
sus barras aleladas de éxtasis,
dirán no queremos comunistas,
parados, anarquistas,piqueteros, terroristas,
cocaleros, por ultimo no queremos
a nadie de tercer sello en la frente, mentecatos que
hablen de justicia.

Recuerden no se erosion enadie;
es solo una propuesta, no quiero alzar modales grises
tampoco camisas negras en una santa alianza.
Volvamos al principio tal como decía, se puede hacer
un cómplice del silencio que no rasque conciencia
o una ensalada césar sin motines.
Está sujeto a votos, es solo una propuesta.

 

SOMBRA EN UN DIA CUALQUIERA.

Autor: Daniel Montoly

Siguiendo la coordenada
en los suburbios, te vi
parada estigmatizada,
trataba de eludir tu propia
sombra, cual circulo lúdico
te cercaba. fáctica ésta
impregnaba al viento,
arrastrándose aparecía
al entrar la puerta
en chancletas, hecho gazapo
miedoso. Tu momificada
aguardaba con el aliento
hipocondríaco, al fondo
se escuchaba una campana
sonar silenciosa igual
a cualquier domingo de misa.
La sombra no cejaba,
en el empeño de hacer de ti
su reflejo, vehículo de habla
al mundo, posesionarse
sin dejarte tregua. El viento
tampoco el tiempo hacían
nada, yo un forastero de paso
observaba la escena,
tampoco podía hacer nada
solo tu podría librarte, eso
esperábamos los tres ansiosos.
De repente algo pasó, vimos
un destello salirte del rostro,
retrocedió la sombra dando
pasos a ciega, disipándose en
la penumbra, resimbolizada
ambas se marcharon juntas.
Tu, el viento y yo sonreímos
en cambio el tiempo, temeroso
no salía del asombro,  sus
nervios de garabatos aún de
puntas.

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