Un puente un poco largo

Andres Penuela Jimenez (Belgica)

Esta vez me tocaba a mi. Despues de tantos suicidios contados y buscados, despues de mi admiracion por peliculas y relatos que terminaran con suicidios, esta vez me tocaba a mi.

Siempre que me enteraba de un suicidio, preguntaba por el metodo, interesandome especialmente por las
formas originales, ya que a mi nunca me ha gustado ser como los demas, peor ahora que me tocaba a mi, todo lo que me preocupaba era despedirme de la gente de la que tenia que despedirme. No era demasiada gente, pero era lo unico que me preocupaba. Tambien me preocupaba que aquello no me doliera. Esta visto que siempre he sido un cobarde, mas bien, un farfollas, para un dia que iba a hacer algo con dos dedos de frente.  

Siguiendo con las despedidas, la ventaja venia del hecho de vivir bastante lejos de las personas de las
que me iba a despedir. Decidi mandar un carta a cada uno de los senalados por la fortuna, para intentar
agradecer que me hubieran soportado durante estos anos en que vivi (hubo algunos que, incluso, me
animaron a hacer esto que ahora hago). Esto me evitaba que pudieran reaccionar al anuncio de mi suicidio y
que a mi me pudiera dar un ataque repentino de arrepentimiento, al escucharles por ultima vez. Las cartas permitian diferir reacciones.  

Por fin, estaba haciendo algo como Dios manda, sin prisas, tranqulico, con lo cabos bien atados. Nadie
me iba a molestar. Todo estaba preparado.  

Aunque no vivia solo, mi companero de piso se habia ido a un viaje que le llevaba bastante lejos, aprovechando un puente que habia dejado la ciudad bastante vacia. 

Tuve que darme un poquito de prisa para ir a la oficina de correos, antes de que cerraran, para enviar las cartas certificadas. En la cola, solo habia una vieja, pero no hizo honor a su condicion y me dio tiempo para terminar con lo mio.  

Una vez de vuelta a casa, con los deberes hechos, me tome todas las medicinas que pudieran perjudicar mi
salud, puse la musica que preferia, me meti en la banera y, cuando estaba perdiendo el sentido, me corte las venas. No queria fallos. Fue bastante desagradable, pero estaba bastante adormilado. Me mori escuchando musica escogida, musica rebuscada.

Habia un pato de goma que me miraba. No se si el tambien queria medicinas. 
Cuando me desperte, la musica se habia acabado. El agua estaba bastante roja y el pato, amarillo, seguia mirandome. Despertares en rojo y gualda. 

Aquello no podia ser bueno.  

Como siempre he sido un perfeccionista de pacotilla, lo unico que se me ocurrio fue empezar a buscar responsables ante aquella situacion, empezando por mi mismo, por no saber matarme como Dios manda y
tambien, por otras historias que, sin venir a cuento, se me pasaron por la cabeza.
 
Cuando, por fin, decidi aceptar el mundo de los vivos, me di cuenta de que la cosa estaba cruda. Por
mucho que pulsara el boton para sacar la cinta de musica, aquello no funcionaba. Me di cuenta de que no
producia efectos sobre la realidad. Siempre habia tenido esa sensacion, por lo que esto me sirvio para
confirmar hipotesis que nunca habia podido verificar, aunque esta vez, aquello se verificaba mas de la
cuenta.

Parece que me habia quedado sin cuerpo. Despues de que la felicidad o las ideas me hubiesen abandonado,
si es que algun dia estuvieron conmigo, tampoco suponia una perdida importante.  
Todo aquello sirvio para que dejara de echarme la culpa a mi mismo, ya que me daba la impresion de que
aquello no tenia demasiado sentido y, entonces, le toco el turno a cualquier cosa trascendente, sobre
todo porque aquello no era como me lo habian contado.

Alli estaba yo, supuestamente muerto, pero nada hacia indicar que lo estuviese, por lo que mi situacion no era realmente envidiable. No era ni chicha ni limona. 

Nunca he estado demasiado preocupado por ser algo especifico, pero es cierto, que en esta situacion
seria mejor que las cosas estuviesen un poco mejor delimitadas. Si lo se, no vengo. Parece que no solo
la vida era insoportable. Aparte de desilusionado, sin musica.
 
El caso es que el pato de goma seguia ahi, y a mi me apetecia mucho ahogarlo, porque me estaba poniendo
nervioso, pero la realidad no estaba por la labor de darle su merecido al patito. Intente convencerle de
que se suicidara, a ver si a el le salia bien, pero me parece que era un poco timido.     
El caso es que seguia mirandome y aquella persistencia estaba empezando a aburrirme. Sin saber la razon,
me acorde de lo que me decian en clase de religion de que el paraiso era la contemplacion eterna de Dios. Me dio tanto miedo de que el cielo estuviese mojado y de que Dios tuviese plumas, que cerre los ojos como un nino que no quiere ver la realidad. Los cerre lo mas fuerte que pude, no queria que me viera. Y cuando los abri, no pude.



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