Snatch, trampas, y dos cerdos humeantes

Autor: Sebastian Russo

 

            ¿Puede una sumatoria de elementos, derivar en un todo coherente y efectivo? A veces. Unas de estas (veces) se dan en las películas de Guy Ritchie. Tanto su anterior film (Juegos, trampas y dos pistolas humeantes), como su último (Snatch, cerdos y diamantes) aparecen como una conjunción de objetos, hombres, animales que, imbricados en un ritmo frenético y nervioso de imágenes y sonidos, conforman un entramado particular, que otorga a Ritchie un buscado (y encontrado) estilo propio.

            Como un Tarantino londinense, relata historias de hombres, enlazados en cofradías, que se distinguen unos de otros, además de por sus etnias, religiones o culturas, por alguna seña particular, una habilidad, o un talento (ya sea el de esquivar balas, tener solo cuatro dedos, o poseer un golpe de nock-out) Siempre hombres, solo hombres, con mujeres en roles accesorios o de apéndices. Grupos de hombres que, con reglas intra grupales disímiles, interactúan como pueden (negociando, tranzando, siempre en tensos climas recelosos, siempre al borde de que un gatillo sea apretado con la misma cotidianeidad con la que se gira un picaporte) Psicóticos solo preocupados por la mejor transacción, por la mejor rebanada a llevarse, por no perder sus vidas. Solo un atisbo de humanidad en el personaje de Brad Pitt, edipicamente enlazado a su madre, y en el séquito de gitanos que lo acompaña pegajosamente.

            Snatch, funciona como un flash fotográfico. Encandila, aturde, sacude. Rap, hip hop, dance, acompasando imágenes coloridas, violentas, hiperquinéticas. Un atiborrado de imágenes al ritmo excitado y atractivo del formato video clip. Un shock visual y auditivo, provocado por un tipo, que de esto sabe.

Hablé de un Tarantino inglés, aunque también se podría hablar de un Peter Cattaneo (Full Monty) ayanquizado. Humor británico, enlazado con inconsecuente violencia norteamericana. Una lúcida y milimétrica intriga provocada por entreveros tarantinescos (esto es, relacionados con mafias, armas, dinero, cadáveres) moderada por un fino humor inlgés, irónico y por repetición, llano.

Si uno debiera criticar los films de Ritchie (Juegos... y Snatch...) y le pagaran por ello, haría un buen negocio, un siempre deseado dos por uno. O en este caso, una (crítica) por dos (pagas). Ambas tienen la misma estética, el mismo entrelazamiento narrativo, el mismo juego de entreveros e intrigas, la misma temática, el mismo recale en personajes marginales, el mismo ritmo frenético, la misma música, el mismo humor inglés y la misma efectividad. Solo cambian los actores (alguno de ellos) y el particular elemento de la disputa (antes armas y drogas, ahora diamantes, siempre dinero) Habría que imaginar si una quinceava película ritchiana, manteniendo el particular y, hasta ahora, efectivo estilo ritchiano, no provocaría una enervante redundancia, no menos ritchiana. ¿Cuántas sagas es capaz de resistir el estilo Ritchie? ¿Cuántas pulidas soportará sin caer en la redundancia? Who knows? Who can know it? Who´s that girl?  

 

Señoras (señores), pasen a anotar la receta (fórmula):

Una buena dosis de atractivas imágenes, agregando algunas cucharadas (soperas) de buen hip hop, no olvidando pergeñar una no menos buena historia, acompañando con cumplidores actores recién horneados. Dando por resultado señores (señoras) un buen puñado de razones suficientes para que Madonna (o Brad Pitt) le de bola.  

 

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